violencia y medios...
Muere en terror.
Presencie el momento en que su voz se retorcía, desde un grito humano; hacia un aullido asfixiado de angustiante adrenalina. la sangre brotaba a raudales sobre el suelo frío, como en las películas gore; pero esto es la pura verdad.
Luego de una escueta proclama política, el acusado es llevado a las manos de sus verdugos, maniatado y enceguecido por la inútil tela roja; otro sacrificio humano más para los dioses del poder y el odio, el sabe que va a morir, se halla inclinado en silencio, muy quieto.
De pronto los dos tipos encapuchados, se acercan y uno lo da vuelta y lo tira de frente al suelo, el otro rápidamente le pone la rodilla en la espalda y las manos sobre los hombros; fuertemente el otro agarra su pelo y en la otra mano, el cuchillo se acerca al cuello.
Nunca sabré, que es lo que paso por la mente de aquel pobre muchacho; vestido de uniforme y hace unos días, un orgulloso soldado del ejército nacional de Irak; aliado de los marines.
Tampoco sabré; lo que paso por la mente del que con un gran cuchillo, comenzó con fuerza y decisión a cortar su garganta; y como todo tiene su técnica, esto también fue metódico y estudiado.
Primero se entierra la punta del arma, por entre la manzana de Adán y la musculatura del cuello; es aquí, donde la voz trastornada del agonizante; comienza a cambiar misteriosamente.
Luego se saca la hoja, cortando del centro hacia adelante, terminando de seccionar la traquea, el esófago y las cuerdas vocales.
Esta es la parte más mórbida y extraña del asunto.
La persona no deja guturalmente de gritar y tensionarse, literalmente se caga y se mea, porque sigue vivo aun; la tensión traspasa la escena y nos llega como un golpe asocial e inaudito, enredándose hasta la medula del sistema nervioso central.
El siente el metal entre sus carnes, cortando las venas, alejándolo brutalmente de la vida.
El forcejeo animal y los cuerpos de los verdugos que lo sostienen fuertemente contra el piso, no hay tiempo ahora, vertiginosamente todos se precipitan hacia el fondo de una muerte ritual, rodeados de sangre y muros de anónima presencia.
Suenan consignas “allah akbahr” “allah akbahr” constantemente, ambos gritos se diluyen en una misma voz, la del muerto y los vivos.
Luego el momento difícil, terminar de cortar la parte dura del cuello, las vértebras y los gruesos músculos posteriores de la base del cráneo; en este momento, en el cuerpo ya no se perciben mas señales de vida, que unos ligeros y horripilantes sonidos mas cercanos a un jadeo asmático, que a una voz de dolor.
Los miembros del ajusticiado ya no se mueven por conciencia, la cabeza termina por separarse del cuerpo y todo acaba; los asesinos la levantan como un trofeo y advertencia, muchos más serán sacrificados si es necesario.
Aquellos tiempos antiguos de matanza y dominio, aun no han terminado, es como si nos tentaran a empezar a afilar nuestros propios cuchillos.
El hombre es el verdadero horror de esta tierra, no la guerra.
Más violencia en Colombia.
La violencia que surge desde la actitud arrogante y soberbia, es aun peor que la mera violencia física; debido a que el verdadero sustento de esta ultima, sea justamente la sensación de control y superioridad que la primera engendra en el pensamiento del ser humano.
La gente aquí valora al ser humano por lo que tiene y el poder material, les permite adueñarse del juicio valorico que imponen, por sobre los que se entienden como peores que ellos.
Una actitud hipócrita y falsa los hace creer, que tienen la esencia de la verdad social en sus manos, pero esto tan solo deja entrever, todas sus inseguridades y sentimientos de frustración y angustia existencial.
Acostumbrados a dominar y ser dominados, no conciben un mundo libre ni amplio en sus experiencias de amor puro y verdad natural; se auto convencen de su valor, en base al perjuicio de los demás. Asumen la cuestión del respeto, como algo relativo al poder e interés personal y no, como un valor realmente sensible y concreto.
Es la costumbre de joderles la vida a los demás, para extender y asegurar las convenciones sociales que no alcanzan, a justificarse si no es; por la fuerza agresiva y el tiránico accionar.
No les interesa la comunicación humana, como un fenómeno de avance y progreso súper inteligente y técnico; ellos están centrados y encerrados en las facetas del orden y las jerarquías de control y dominio social.
El dominio no surge de la capacidad mental, sino de lo imposible que se vuelve el transformar lo tradicional, determinado como una obligación moral y espiritual.
Esto no es más que basura; desechos que no alcanzan a desarrollar las dotes supremas del hombre y se ahogan, en la saliva que chorrea de sus babosas bocas amargadas.
Un estado comatoso y degradado al más mínimo esfuerzo, y en la tendencia al razonamiento inútil de una masa que no cuaja en su totalidad.
Siempre esperando el respeto y la pleitesía olvidada, porque ya no existen mas realezas, que las del ignorante y su arrogancia absurda, al verse incapaz de pensar por si mismo.
Su fortaleza no es tal, y esta es menos que un miedo a la vida y un terror aun mayor, a enfrentarse a sus identidades naturales.
Opacados por el clamor de un cuerpo imbecil, que no goza ni deja gozar a los demás.
Se proclama el respeto y la humildad, pero como si fuera un bien material que se gana según la edad o el rango social.
Esto no es más que un engaño, desechos de un pensamiento original de sincera pureza.
El hombre noble, es rey de su propia esencia y no necesita, de la aprobación de los demás para determinar su esencia social.
El “rey”, que no sabe reinar en su propio cuerpo, mente y alma; no merece ningún respeto especial por parte de la sociedad ni tampoco, debe hacerse llamar noble.
La aristocracia colombiana en su mayoría, es como un desecho hediondo de un verdadero pasado glorioso; en donde los aristócratas representaban el avance y el progreso social de las culturas.
Verdaderos ejemplos de intachabilidad gloriosa y amplia sabiduría, en materias del arte, las ciencias y el entendimiento humano. Los que quedan, no son mas que vestigios degradados de un final bastante triste; toda esta historia esta envuelta en silencios, poses, mascaras de hipocresía e ignorancia extrema; alineación síquica y espiritual.
Obedecer por detención del poder, es sensible y se puede entender; pero para que el personaje siga obedeciendo, debe de sentirse seguro y convencido de su estado y su maestro.
Cuando los maestros no pueden mantener el respeto del aprendiz, más que por la vía de la fuerza coercitiva; entonces no son sabios, sino egoístas carceleros profesionales de la mente creativa, destructores de todo lo sano que hay en el mundo.
La patética expresión de un saber intransigente e inexistente, se percibe en sus acciones, sus palabras y su terrible necesidad, de sentirse valiosos frente a los demás.
Como no pueden sentir el valor puro en sus vidas, por medio un estado interno; ellos lo externalizan y convierten su rol de poder, en una necesidad de dominio por sobre los demás.
El poder del grito
Cuando no alcanzas a gritar, es porque la muerte te alcanzo sin previo aviso.
La gente cree que la muerte es un mal, una desgracia que infortuna sus planes del futuro.
Pero no se dan cuenta, de que ni siquiera es eso, el verdadero horror que habrán de enfrentar.
Los asesinos que avisan, te mantienen en la cuerda floja.
Es la tensión de la espera, el morbo excitante.
El conteo atrás, la obsesión del cuanto falta.
El hombre en si mismo, encarna ese horror.
Los gases lacrimógenos que disparan, cuando los ojos empiezan a ver, que la piel tiembla de emoción.
Esta sociedad fulminante, no nos espera, no nos sostiene, no nos ayuda.
Nos mastica como a una pierna de pollo asada, con mostaza y caramelo.
Nos recubre de aderezos embriagantes, y cuando estamos recubiertos de aquellos; ella nos muerde y arranca la piel, los brazos, las piernas, la cabeza y el intestino.
Solo quedan, los huesos bajo la consignación terrenal, queda el aire vacío de nuestra presencia y ya nadie nos recuerda.
Entonces, ya no somos útiles, somos fichas en los juegos del poder.
Materia energética, bien capital, carne de mercado y nuestra mente, debe ser controlada.
Porque para controlar el cuerpo, se busca controlar la mente.
Nosotros ahora somos propiedades de esta sociedad, no tenemos salida, obedecer o pagar el precio.
El miedo es la fuerza que une al imperio social, la coerción total y la vergüenza, las costumbres y el pensamiento popular.
El control esta en la conciencia, en la costumbre de temerle al poder.
Ese poder depredador, sanguinario y violento, que tanto nos recuerda nuestro antiguo pasado genético.
La sociedad es el nido del odio, del asesinato y de la tortura. De la humillación y el maltrato.
La estructura que decae irremediablemente y en su desespero, arruga las caras de los inocentes, destruye el planeta y comunidades enteras.
La sociedad es trascendente al bien y el mal, ¿acaso ya hemos comido del árbol sagrado?
Desde hace mucho tiempo, pero son otros árboles y no uno, sino miles, los que ya han sido profanados.
Si dios gano la guerra ante Satán, la esta perdiendo ahora, ante el hombre y los designios milenarios, que ya son hechos y no historia mitológica, nos confirman lo increíble.
El dios adámico es un dios semejante al hombre, pero no es hombre.
Es poder colectivo y absoluto, sin embargo lo absoluto, es completamente indeterminable.
Las sociedades son los titanes resucitados del tártaro, los bestiales colosos que se alimentan de sangré y carne.
Sin embargo, la verdad es que estas sociedades dependen de todos nosotros, los seres humanos.
Somos nosotros los que la sostenemos, la esperamos y le tememos, al mundo y a los demás.
El grito es acallado en la amenaza, el mercantilismo del ideal, la mascota del zancudo filosófico.
Nos congregamos para sentirnos seguros, unidos y apoyados; pero lo cierto es que estas sociedades ya no nos dan nada de eso.
Nos entregan todo lo contrario, estrés, miedo y terror, inseguridad y falta de tranquilidad.
Nosotros mismos nos odiamos porque nos tenemos miedo, el ser humano ha llegado a tanto en su poder, que se aterroriza de si mismo.
Y ni siquiera los mismísimos demonios, se aterran tanto entre si.
Solo nosotros, hemos dominado o sido dominados, por los efluvios de la oscuridad, la tiniebla, la luz y la sabiduría.
La dialéctica es simple, vida y muerte.
¿Entonces?, ¿en donde esta lo terrible?
¿Que es lo terrible?
¿Que es, lo que saca ese grito?
El grito que expulsa el alma, que escupe el alma, que invoca lo irracional; el descontrol manifestado.
Somos seres emocionales, jalea dulce ante el punzante sol.
Los ojos ciegos por lo desconocido, la incapacidad de comprender, nos aterra.
El sentimiento de angustia, frente al destino inclemente, siempre esperando la desgracia.
Ese es el poder del horror.
Cuando éramos niños, teníamos miedo del ser del armario, del tiburón o del alienígena.
Teníamos miedo de los personajes, caricaturizados en la cultura popular, miedo al dolor, al frío y a la muerte.
Miedo a la vergüenza o al ridículo, miedo a los deseos ocultos, miedo a hablar.
Este estado de terror, impide el grito a toda costa, monopoliza el poder del diablo y acapara en nombre de dios.
Es todo en uno, la muralla del fin del mundo, ¿que dios hecho a imagen y semejanza, puede ser confiable si se parece a nosotros?
Hoy el ser teme al ser humano, y es que siempre ha sido así, muchos se enfrentan y caen crucificados, bajo la orden del status quo.
¿Donde empezó todo esto?
Con el castigo, el desencanto y la apropiación del alma.
La enfermedad es propagada, los miles se ahogan en las nubes color púrpura, de las industrias gubernamentales.
Y otros tantos se enriquecen, con los trozos desmembrados en el suelo.
Con el charco de sangre y bilis.
Con la fuerza del olor nauseabundo, lo que enerva nuestro cerebro visual, perceptivo.
El grito de un explosivo, las luces reventadas, los muebles destrozados, la luna ensombrecida.
Los animales ante el hambre desesperada, enfrían sus motivaciones gregarias y se activan los genes caníbales, la raíz pura del ego.
Una raíz que surge, desde lo más profundo de las catástrofes.
Y desde ese miedo natural, hemos evolucionado hacia un terror que transforma el horror, en un cuento de hadas.
El horror del hombre.
Porque si somos un horror, somos una catástrofe natural, somos un circo caníbal y la sociedad moderna es el espectador y el material del espectáculo mismo.
El hombre come del otro, lo abre y le asa el pellejo, es porque todos tenemos genes caníbales aun.
El horror más grande es el hombre; cuando el hombre no puede comer a otro hombre, por razones sociales, entonces sublima su deseo en la violencia física y la emoción, de la carne agitada.
Pero puede torturar, manipular y disponer, de la corporalidad del otro.
Es como un homosexualismo pervertido en la matanza, el dominio físico, en la doblegacion total.
Un animal destruye sin medir consecuencias, porque es rotundo y sincero.
Pero el ser humano es más sutil en su ansiedad, le gusta aun más que al gato, el juego sádico con su presa.
Ejerce la sublimación dionisiaca, del cazar y alimentarse de la sangre caliente, de sentir la satisfacción y el placer, al ronronear sobre la carne ofendida, yacer sobre el dominio de lo sensual.
El grito exorciza el terror, escupe la savia que de una u otra forma, será despilfarrada.
Porque el grito es una forma de protección, y también la antesala del sentimiento de inferioridad total.
Aquel que se regocija, ante el hecho de arrancarle aun más que la piel, un grito a su victima.
Alguna demostración valedera, de que lo que se esta matando, realmente esta vivo.
Por eso el hombre es aun más terrible, que el mismo abismo.
El hombre es el abismo del alma universal, la red del ensueño, la materia del terror y el amor.
Y la violencia, es el combustible perfecto del miedo.
Los militares chilenos.
Mataron a la niña de un balazo, porque defendía a su padre ametrallado y torturado.
La basura del ojo en el asesino; un joven idiota, inútil y manipulable, un pobre guevon cualquiera.
Las ordenes salen de las casas ricas, de los que toman whisky y juegan a ser bonitos; una clase alta, llena de mierda hasta la coronilla, llena de gusanos en su mente y su corazón; aquella que es una puta barata que mata a sus propios hijos.
En chile la gente de patria y libertad, son los niños jugando a ser guerreros; ninguno sostiene la vida en sus labios, solo la mentira y el odio del engaño imperial.
El pueblo enceguecido, no supo a donde ir; algunos escaparon, como yo escape y volví.
Volví a mi país, al país del que se acuerda patricio manns.
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