lubrico...
El océano lubrico se abría paso vasto y majestuoso, ante la estructura de cristal sumergido.
La luna y su desdoblamiento acuático, serenaban la ocasión.
El submarino mágico de cristal resistente, transitaba en las aguas por sus lenguas brumosas, densas y acaloradas del canal marino.
Viajando en un mar de aceite extra refinado, de un aceite puro y orgánico extremo, como si fuera directamente una excreción liquida de las piedras volcánicas, de origen sulfúrico y dióxido de hierro.
El planeta en su grandiosa presencia climática y el humanoide asombrado ante el color tornasol del agua y la incidencia de las luces nocturnas.
Un conjunto de pequeños pececillos fosforescentes color verde, teñían las capas superficiales del mar, un tejido demasiado ágil como el viento recién nacido de un dragón rojo.
La mano del humanoide cambiaba de color también, prontamente la estructura medica de exploración e investigaciones genéticas, daba los resultados; interferencias del plasma cromático de las formas, un efecto neuro químico de la atmósfera altamente ionizada del planetoide eléctrico.
Sulfa uno era un planeta realmente cargado de magnetismos y atmósfera densa de acero fundido a miles de grados y escandalosos choques violentos, de bloques de hielo hiper congelado que caían desde lo alto del glaciar titánico.
Verdaderas columnas cordilleranas de cientos de cientos de metros de altura, que se elevaban directamente desde la playa.
El mundo del futuro dirían algunos.
Recuerdo las elevadas montañas de piedra metálica y sus cumbres de praderas tranzadas bajo el ambiente invernal de los pirineos.
Alpino en fantasía extasiada.
Y aquí abajo en el caluroso océano lubrico, se desnudaba la coraza de azufre integral que era el material de construcción de ese armatoste transparente, batisfera de la ciencia de incursión.
Y el submarino cabeceaba en la marea de intoxicación causal.
El humanoide anoto todo lo anteriormente presenciado, medido y experimentado atentamente, se elevo en gravitoria ascensión, desde el agua y hacia las nubes de cromo condensado, brillantes como una mejilla bien lustrada en jabón de oro graso, su nave elevo.
Pesadas lagrimas salinas que colgaban en mil columpios de viscosa acricidad, chorreando como las babas de un saurio flemático.
La evidente dureza de las gotas que iban quedándose estáticas, efecto del frío intenso de las alturas.
Las rendijas de cuarzo chillaban cuando el brumoso aliento del hielo, encubría la nave del humanoide.
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