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Vergüenza ajena…

Los peces se comen con la cola, el sexto mes del sexto año; el payaso bailara en pañales, cagados, meados, rotos y escupidos.

El tren ira muy rápido y la gente se descabezara, el miedo es un aterrido lugar común, la tiranía esta siendo desgastada, los manglares urbanos son caldo de cultivo de las pelotas sudadas, de un futbolista asqueroso que se coge a su entrenador en los baños.

Un asco, un sentimiento ansioso de hedor, perfumado por la presencia de esa niña hermosa, turca y ardiente que me encantaría que me chupara el pico, una y otra vez, una y otra vez.

La familia descalza y el niño ateniense que deambula por toda la habitación rugosa, el salchichón de un pulpo que come en la calle, se llena de gusanos morados que explotan en un rapto de azabache glamour.

La diva loca se aceita junto a ricky mártir, el mismo del culo apretado de los menudo, menudo billete estará lamiendo el bolsillo del galán peruano; no se si es peruano, no me importa.

Las naves celestes que están allá arriba del cajón del maipo, son astronaves veloces muy lindas y feroces; tenemos que hablar con los tatarabuelos sagrados para que ellos nos den el sosiego eterno.

La disculpa retórica de un oficiante inaudito que come de la mano de su maestro enceguecido por la alcoholemia, que los policías desnudos, con cara de idiotas le obligan a estornudar.

Pero las ruedas de la novia del amigo, le salvan la vida nueva y el hombre nuevo, revive otra vez para ser masacrado por los mismos imbeciles.

¿Soy un gordo soez?

La ropa se quema en la noche, cuando abro los pantalones al destino aciago de un travesti que se retuerce, quinientos dólares la medida del tonto que ahoga el niño.

Los otros son los culpables, el mundo y la sociedad, como decía mi padre, lo adoro y lo odiaba, fue mi mayor consuelo, un viejo inglaterro, luchando en el suelo agrio de un lejano horizonte.

La potencia de atrás, de dejar atrás; de olvidar, recesion, luz de la emoción ninfomana de un ganador canadiense.

Las muchachas de la playboy, fervorosas adictas a mi compañero falico, los otros ardores resuman su cuesta abajo, la retirada, no quiero escribir la palabra milenaria que se repite como un coelo cometa de intuitiva amistad con lucifo, mí amigo anterior que llamaba a la puerta, cuando llegaba con cuerpos ardientes, rodeando los ratones, comía el queso y a los gatos amigos, les daba a sus presas.

Rico comerciante, mercader de abultadas pelotas, sangrando en su pérdida de valor moral, en su acabose social, hundiéndose en la nada misma refocalizada en un elefante rosado, absolutamente venerado en la india y en Venezuela.

Los colombianos vecinos cochinos, se nutren de las camisas de fuerza, mientras que sus hermanos amigos colombianos, se escapan con el dinero y con el respeto, porque en Colombia yo estoy y es tan cierto el dolor y la pena, como el cielo y la vela encendida en la cama de la vieja pobre, que amanece demasiadas veces.

Los queridos que ruegan por lunas y soles nacientes, son crucificados en las fosas comunes de sus amigos soldados sociales del paramilitarismo elegante y sagrado; el pueblo encendido, ruega por su salvación, aun puesto cercano elevado, rogando mas clemencia al pueblo e certero machete; quemando a los niños en piras coloridas y corridas de toros y aguardiente antioqueño o del que allá.

La puerta el seguro bien puesto, la muerte secular, indicada y ordenada; limpia facialmente a Colombia de su desgano alterado.

Quinientos otra vez rapados, congelados en las celdas, en las selvas, comen gusanos y alimentan la tierra fértil.

Son ellos otro tipo de agricultura la que manejan, la del foso ciego, el pozo de mierda caca quemada, son carne de cerdo o carne de humano, a ellos les da igual, son ordenes y orden es orden; se acaba el asunto no existe consuelo y el Púto en el suelo, revienta en el cojuelo veloz, de un libre patas negras, que come asentado, como un cerdo enloquecido, ofendido y perdido, nadie sabe quien es, quien dice que es.

Afuera los niños sueñan, cuentan palomas y pagan su precio yendo a la escuela, como cuando todo era muy limpio, realmente sagrado y sano, la luz de una luciérnaga voladora, me ilumina la cara en este hueco oscuro, la puesta de escena es mejor que un silencio cerrado.

Los pies vuelven a sangrarte, a lamer las piedras del suelo, escapa cojuelo escapa, escapa lejos de este suelo, árido, amargo, sufriente, doliente, injusto y tan verde.

La comida esta recién servida, pero el joven pequeño no quiere comer otra vez, los padres le dicen que si no come se va a morir, pero a el no le importa.

La alimentación hace rato que dejo de ser persona grata, para su entorno, la muerte circunda su vuelo desde hace muchísimo tiempo; mucho mas que el que lleva de nacido, como una maldición egipcia de películas holiwod s.a.

Punto y aparte, hacen el cuerpo del delito más bonito.

Entrando en detalles te digo que nada tengo que ver con todo esto, solo soy un marioneto voraz, que gusta de pajuelarse un poquito, con la vida loca encendida en lugares oscuros; perdido en la noche y hablando al vestido.

El mismo vestido rosado, brillante y aromatizado por ella, siempre ella, la que me consuela y condena, la que acongoja y libera, es una sola o muchas? No lo se.

Solo se que nada se, algo aprendí en ese colegio de mierda, se dan cuenta. Cuando investigue el placer de caer, me hinche de gusto y dolor al mismo tiempo, colé las torpezas y acabe perdido en la luna loca, no la vida loca, una mierda muchísimo mas dura y sufrida, pero eterna y doliente.

Ahora ven porque quiero liberarme de toda esta mierda que me asquea; soy tugurio en donde no debería estar, soy la piedra de los zapatos, porque no me dejan en el suelo y yo escapo a mis montañas.

Las únicas que no me asustan, que no abusan de mi, que no atrapan mi alma en sus redes amargas de la locura insana, esta vida común y corriente me agota y seduce las ganas de ser un inepto; soy luciérnaga en donde hay muchos fósforos, un trago amargo del amante perdido, amparo mi vida, te adoro y te comería otra vez; pero las cosas no están para contar chistes.

El maestro jodoro me dijo que jodo y que grito mucho, soy así que le vamos a hacer, no es cierto jodorowsky?

Siempre con la misma cantaleta, libera tu espíritu y lárgate de aquí, patán inmundo y mal nacido, porque eres peor que yo.

Somos peores?

Puede ser eso cierto?

Tal vez tiene toda la razón, seria amargo que no fuera realmente una trampa sagrada, si es que realmente a nadie le importa el resuello de mi nariz.

Pero si existen los carceleros atroces, que adoran mis piernas, blancas como la leche, rodeadas de granito sagrados también, con líneas y estrías lindas en su manera de ser, yo me gusto, me quiero seducir, me toco y siento que estoy vivo, frío y caliente; rehuyo de lo que no entiendo, y estoy bastante podrido, por eso el camino del hermanito me ayuda y me transforma; pero debo ser mas duro y exigente conmigo.

Se acabo la mierda telekinetica de masas palurdas, achochadas y viciosas; los come mierda profesionales, que arruinan mis llantos de noche y de día.

La ninfa dorada vendrá y agarrara el paquete sagrado de mi ano, mis bolas y mi fálo.

Tomara el contacto absoluto del punto maestro y alzara la conciencia dormida, directamente hacia los cielos.

Locura tropical no tiene nada que ver con esto; la locura tropical no es más que un espejo sin mundo aparente, una copia manifiesta de un comercial hawaiano, gringo y absurdo.

De serial de ochentas, matados con los cowboys sagrados, una y otra vez cayendo del caballo accidentado, con carne de sal en sus patas, atrapados por el tanto hermoso enemigo fugaz, demicelo de luna durmiente, un toro sentado que acuchilla a su marido peluquero y la tonta encauchada que anhelasen marilin monroe.

Todos hemos deseado ser divos, dioses, modelos sagrados, grandes hormonas preparadas para corregir la enfática derrota del nazismo agrario.

Somos obreros iletrados del comercio sagrado, sacado una y otra vez de la fijación oral de shakira, que mueve las caderas y saltan billetes sangrando su cuerpo, sudado y negro de la rua, infames gozadores de la vida tremendamente mas loca que la de ricky martín queso.

Queso es palabra mortal para algunos, tienen miedo de la fermentación láctica de sus pechos, de su deseo de vivir siendo una y otra cosa, de no querer encostrarse en algo certero, fino, fijo cardinal de cardillo, de cardenal púrpura que escupe las uñas de niños comidos, durante la noche de vigilia de año nuevo, celebran orgías sagradas que asustan al mismismo diablo en guantes de cirujano.

Cuando tuve esa visión, yo estaba limpio como un cristal de adoro, luego el sistema fallo y me dio hambre muchísima, demasiadas veces, como un tornado veloz, que agota todas mis existencias.

Yo creo que se me paso la mano, pero valió la pena para salir de ese infierno que aturde, la luna nuevamente brilla en mi seno, en el cielo y en la significación de un nuevo amarillo de amor puro, la locura veraniega también se adorna de luces y juegos viña marinos, pero no podemos dejar de celebrar la entifada mordaz, mortal de un atún encerrado en una cajuela de carro mafioso colombiano, te cortan los dedos, las tetas y el pene, te tuercen la boca y el culo resuena, la sangre te brota y tu madre consuela su foto en el suelo, sedienta de agonía brillante; quiere el culpable pero no existe, porque el nene no a muerto, fue todo fantasía y el susto lo corrió lejos.

Esta escondido en los pinos, encerrado en el bosque, limpiándose a su manera, recogiendo las señas, llegando al sistema perfecto de amar y crear, sabiendo todo su error, comiendo del muerto que adora y asesina cada semana, cada mes, cada año sagrado de un sistema alocado, que también se cree que es sagrado.

Entonces levanta la carpa adolescente y se olvida de todo lo aprendido tan ruda y arduamente, las niñas lo enloquecen y cae en su juego, las más y desea, las quiere apretar, estrujar y abrazar, las quiere liberar, limpiar y engrasar con su semen dorado.

Pero ha perdido mucho tiempo enquistando el deseo podrido de un mal sueño, maloliente en los culos de otros, en las coñas de otras, en las bocas de otros enanos sagrados, que aturden su esencia.

La costra del amor, amordazado en vivo y en directo; siempre pensé que tus ojos se desangrarían de la riqueza adquirida, pero nunca tanto.

Somos es la palabras mas cliché que pueda escribir hoy día, es como para chuparse los dedos de la rabia y la envidia. Tus tontuelos fans, recogen la basura de tu inútil desviación; es que un conglomerado de perillas, no hace caso a ningún policía.

Los que tienen los zapatos apretados y están lustrados con la carne de pobre travestido, las putas y los desgraciados que se arrastran por la calle de la gran ciudad.

Si es que te imprimen un billete falso, los enanos del demonio te entregan a las autoridades, por menos de cien francos; pero esto no es ningún milagro, es simple y llanamente imbecilidad social.

Los que somos, somos, somos; momos homos comos y robos, no escatiman en cabellos y se imaginan las cosas al revés; los científicos del ocaso, se anulan con su tuerca insistente, de comienzos mecánicos y abjectos deseos paralelos.

La mente que anhela la repetición del lenguaje silábico, onomatopéyico del tomate, como y otra ves el o el eme y el o; no de maricas sino de evoluciones perdidas.

Con extraterrestres presentes y razas humanas, de diferentes conformaciones y estructuras de significación; el homo sapiens sapiens, el homo erectus y el homo australopitecus; el homo fóbico y el homo rancio, pero donde queda la hema?

Hema y homo, hombre y mujer; ¿porque no hablamos de las hemas entonces?

Hema erectus, hema sapiens, sapiens; de presidenta de chile y dictador del pasado, aquí en Colombia en sangrado; como si tuvieran que comprar toallas higiénicas, para esquivar las balas y los cuchillos; yo trabajo con los enanitos de la calle; son niños crecidos bajo el régimen del caramelo ardiente.

Les pican sus alas y retumban en estos corredores de plástico y yeso; y dont like, y dont like yuhuuu...

Son sus sueños perdidos que encontramos nosotros, debajo del sobaco y la hediondez de una pila de cemento y cazuela.

Quiero sentirlos tan cerca que no puedo evitar el asco.

Pero aquellas niñas que me bailan y me llaman, me hacen bien, me dopan y luego me pierdo como ellos; en los sueños desteñidos de un horizonte de zancudos.

Si ella estuviera conmigo, tal vez no seriamos tan cobardes; todos nosotros, cobardes.

Porque ladran a la luna y le gritan en la oreja del diablo, un cabrón atolondrado y voraz.

Cuando hable con bill gates, el me prometió un millón de dólares al contado, y todavía estoy esperándolos, es que aquí la materia esencial del espíritu tiene precio, 500 mil pesos no mas.

Cuenta chiste sagrado, tramposo hermoso de la luz confusa, un nido de anguilas que redoma por los ríos de la locura, la ambición y el miedo instaurado; somos los dioses perdidos, los vencidos por el grande que traspasa las fronteras.

Aquellos ojos verdes, de mirada serena, poblaron en mi infancia de gruesas ilusiones; hoy día son remedos de un canto anestesiado; fumando el puro e carne, la muchacha me acelera.

Hahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahah

Ha...

Duri dudi Dudu du; la televisión me gusta si; carajo, carajo si, si.

Tv cool.

Danza macabra y eterna espera.

La noche cerrada con sus vientos suaves; los osos descansando en su guarida.

Me acerco al templo de atolón Pompeyo, soy su hijo engrandecido en la batalla; voy manchado.

Misterios de la luna, recorren las huellas del camino; cientos que han caído, me aceleran el deseo de llegar a puerto.

La cabeza destronada, rehuye al cielo caliente; por eso camino de noche, escapando de los enemigos desvelados.

Salto a cada intento; cruzando el pantano enrarecido, por las fauces de los cocodrilos que me acosan.

En mis piernas caen las gotas, del silencio.

Con las manos despellejadas, la espada mellada y la conciencia alterada; todo en una rima de la angustia y el deseo a quemarropa.

Cantos de ranas y sapos, los lúgubres cuervos de los árboles negros; cuelgan patas arriba, como espejos del maestro sin voz.

Mi piel hecha cenizas, los dientes amarillos, la lengua pastosa y el cuchillo ensangrentado.

Tal vez me arrepienta de la matanza; puede ser cierto que no este tan conectado, que mi mente se a reído del juicio sano.

Sigo a pie porque en montura no se puede; muy duro y afilado el suelo esta, y el caballo a desfallecido tiempo atrás; las costas de la tierra, lejos se han quedado.

Muchos lenguajes superados, y el siniestro amigo me acecha desde hace un tiempo; ellos me siguen de cerca.

Tengo que avanzar y a mi reino llegar; la potencia escuda el desgraciado estado, de un héroe invasor, un socio traidor.

La leche de la diosa me alimenta en la locura de estos pasos; las suelas de acero desgastadas, los pechos metálicos oxidados; miento el rumbo, para que no sepan hacia donde me dirijo.

Solo en la intensa oscuridad, con el cuello desgarrado y la cabeza acalorada; avanzo hacia el destino ciego, la inútil certeza de que ya estoy cerca.

Los golpes en el suelo, levantan polvo azul; la manzana que guardo para mi serpiente, ya casi se ha podrido.

Cuando alcance aquellos vados, mas allá de aquellas puertas de marfil desgastado; se que podré descansar y alimentarme de mi suero.

Lagrimas que me aumentan la fortaleza.

Los telares reales, llenos de la seda púrpura, me animan, me apabullan; siento el cansancio.

Como un canto hipnótico que acelera la impetuosa necesidad, de llegar sano y salvo; con mis huesos colgando, a rastras y las venas deshilachadas que se arrastran por el suelo.

La boca no se cierra, la mandíbula inferior flotando en desespero; camino apoyándome en la inercia de un corazón agitado.

Sudando, encostrado y descamado; me aconsejo una vez mas, seguir adelante.

Los misterios me llaman, son las puertas del averno blanco; la frondosa calumnia del amor y el desconsuelo.

Con sus fauces verdes y el aliento hambriento; con los tragos de los gigantes absurdos y el sueño de un chaman lucrante.

El sueño del poder, la incongruencia de todo ser humano.

No tengo frío, no tengo sueño; tan solo en ojos ardientes, la mirada seca y ácida; sigo adelante.

He llegado a las puertas del marfil lunar; las cruzare como un lobo del norte.

Flotando sobre aquellas, los misterios se acumulan y me atrapan con su adivinanza final.

¿Que se teje?

La corteza del concilio y el oficio del tirano.

Me dejo llevar por esas dulces visiones, elevándome a un promontorio de huesos y lombrices.

Arriba estoy; descansando un momento.

A lo lejos se percibe, la magistral silueta de un castillo de cristal y en su seno; una ninfa de dorados aderezos, se pasea como un velo al viento.

Primavera, luz solar.

Pero ellos me han atado, con las telas de una araña negra, viuda negra.

Ríen, caen en llantos; descoraznados, se retuercen y saltan libidinosos; ante el mas que seguro festín.

Sobre mi carne y mi semen; me obligan a entumir los huesos, a escupir mi último aliento; me acuesto encima de ellos.

Son como una cama babosa, fría y pegajosa; sus dedos de humo llegan hasta mis pulmones, desespero.

Y ahora en mi boca ingresan, con sus dientes relucientes que todo lo carcomen.

Sonrío ante la inminente muerte, arriba alumbra la luna helada, bruma de hielo ante el rostro avergonzado.

Cuando acabo de olvidarme, de sufrir y de aguantar, ellos se convierten en ellas.

Las luciérnagas de la mar perdida, son las hienas que preparan su estocada.

Mi corazón late como un astro desorbitado; el hueso epifanía del amor, se desdobla y perfora mi pantalla existencial.

Como un grito anulado, escapa el alma de la fuerza intoxicante y me levanto; henchido de placer sagrado.

Justo, errante y renovado; retomo el camino y dejo a esos espejismos que braman como pulpos del desierto.

¿Quien quedo atrás?

No lo se, pero yo avanzo igual, y el castillo anhelado se haya cerca.

Cuando bajo las laderas del bosque oscuro, veo un prado largo y extendido; sus trigales revolotean con la brisa de un verano perfecto.

Mis manos desnudas, tocan sus cabezas levantadas y los niños vestidos de blanco, salen a invitarme en su juego.

Son muchos y están felices; tiran de mis ropas y destruyen mi angustia, que arrebatan la tierra de la carne.

Caminando aun mas cerca, el castillo se alza enhiesto en la hermosura de la pradera.

Los niños corren a mi lado y me aceleran; ellos van dándome los pasos finales, las huellas que borran a cada paso que doy, me obligan a dejar atrás el pasado.

De repente ya no hay nadie; ni los niños ni las sombras, y el castillo se levanta frente a mí.

Tamaña fortaleza, de cientos de metros de altura, es como una gran montaña empinada; la puerta enorme abierta.

Cruzo el foso viejo, de maderas derruidas; nunca estuvo cerrado el paso y el puente no hace más que dormir tranquilo, sobre hierba envejecida y unos conejos dormidos también, resguardan la entrada.

Atravieso el pórtico y entro al puesto de guardia.

Los conejos dormidos, sueñan con leones de algodón violeta.

Una hermosa dama de las flores, se abre paso entre las llamas que inmediatamente se aceleran.

La veo venir desde el fondo del incendio repentino, quedo quieto en la piedra calcinada; pero no siento el fuego.

Me horrorizo unos segundos; mas por ella que por ese fuego, pero ella con su extraña mirada me relaja.

Ese viento y ese fuego son uno solo, las llamas que rodean nuestros cuerpos, no nos queman.

La flor de su diadema; una hermosa y roja flor, danza en la inflamable lengua del fuego.

Como un guante y su mano amiga, ellos son una sola cosa perfecta; y mis ojos lloran otra vez.

De tan seco que me había quedado, no pensaba mas en llantos; pero aquella damisela de licores y efusivas oblaciones, me recuerda la clave suprema.

Sonríe, ella sonríe y toma mis manos; me habla de su amor que me hace bien, huele mis orejas y sonríe una vez más.

Bailamos, levitamos, descansamos en el movimiento.

Ahora ella ríe a toda marcha y me hace dar vueltas y vueltas, carrusel del vacío en equilibrio.

Ya no anhelo, estoy aquí; estamos aquí, juntos, unidos.

Lejos queda esa muralla ígnea, se acelera la marcha y vamos flotando hacia en cuarto secreto; arriba en la torre secreta, nada mas que sostenerse en las rocas brumosas, del castillo increíble.

Subimos raudos, como savia entonada, domando la estridente altura; desbrozando el ojo entrecerrado.

La cuantiosa inteligencia del desastre, nos sostiene en correcta simetría.

Un caos totalmente armonizado; la luz destroza nuestras piernas, nuestras manos, nuestros brazos.

Solo un vaho brillante y condensado ahora somos; pero no dejo de ser, al contrario, empiezo a ser aun más que antes.

La llegada al cenit de este sueño, es como un reloj que ha parado su inútil conteo; es como lo que no se puede nombrar.

Esta allí, presente, despierto, eterno y absoluto.

Suena el eco de la estrella, los dragones se levantan del subsuelo y nos veneran.

La mar deslizante, cielo y hielo eterno; recubren los misterios del antiguo.

Su mano accede a la realidad que se presenta; perenne, libre y trascendente.

Brillo y mas brillo; un sonido impresionante abarca el todo universal.

El hombre diávolo

Misterios del que no encuentra la luna cerrada, los caballos han de recorrer toda la extensión de esta tierra hedionda; con sus sueldos desagradables y sus cabezas asalariadas con el pan de cada día.

Dicen que aquel que lucho contra el ángel de la muerte, era un niño hermoso y recién nacido, la luz que emanaba de sus calzoncillos de cuero negro; se enroscaban en la vergüenza de dios correspondiente a un almanaque sideral, sus consuegros los religiosos del poder, lo arrullaba y fastidiaban cuando no tenía nada que hacer.

Este enano maldito, fue un simple idiota mortal, un pajuelo que añoraba la máxima represalia de su espacio infinito, encerrado en conciertos de la moral bien vestida y peluda.

Lo motociclistas del infierno lo esperaban tranquilos, siempre a la salida del cine lido, otrora fantasmagoría de lo iluminado en este mundo brillante y glorioso, quedando como un antro del porno barato de viejos cochinos que cogen a sus sobrinas por un pasaje de buseta; son entes mal vestidos que rondan la puerta de las instituciones financieras, se van a tomar un café con piernas y no son capaces de cogerse a una puta hermosa, por miedo a enamorarse de ella; entonces recurren a travestís adorados, de escaso color en sus mejillas y asqueados del cielo se dejan rozar por inmundos infiernos.

Los niños los miran silenciosos a lo lejos, esperando su turno en la escuela publica del estado inmolado, enardecido y olvidado; los tontos que aguantan una y otra vez, las tareas del destino en un monte de acero. Humo y dolor del fuego amargo; un chocolate elegante, que se descascara con su rancia estupidez de amor sin consentimiento mutuo.

Las cadenas rodeadas de culos aceitados, mujeres lindas que se dejan follar como vulgares rameras anales; los pies descalzos de un conciente acuchillado, perdido en una energía sutil.

Sin razón los payasos se maquillan y se vuelven maricas para ser mejores actores, tontos, inútiles y atolondrados, no saben lo que es poder ser libre; creen que porque abren sus culos y se dejan follar, serán mejores, más puros y alimentados de mejor forma en esta sociedad que no tiene nada de espectacular.

Las que sufren son ellas, sus madres apocalípticas que sueñan a ser madres de dioses chiquillos, con sus titanes del ritmo que no alcanzan a subir ningún peldaño podrido de esta extraña existencia; no critico yo digo, no impongo yo acelero el concepto.

Todos tienen derecho a hacer lo que quieran en este universo, pero por favor, un poco mas de dignidad; ¿o es que esta tierra ya no aguanta mas?

Misterios nuevamente, casetes de rueda libre y cuna desenfrenada me ahogan, los zapatos bien puestos y el celo del amor matinal que se impulsa en tus sueños majestuosos de atreverse a ser.

Domino

Caen las fichas en tu nuevo anestésico marginal; los discos recorren los surcos una y otra vez, las moscas esperan su turno.

Si yo te digo que estas perdiendo tu tiempo aquí y ahora, nada mas importaría cuando te dieras cuentas de que; no tienes más tiempo que perder.

Suenan esas dulces melodías de ayer y hoy, los compadres de años dorados me achacan sus dedos quebrados, sus voces silenciosas, llenas de recuerdos de damas del lago encantado.

Sigo pensando en tu entierro, mañana volverán a preguntarme por ti; por tus senos maduros y tu osamenta destartalada y yo no se, porque te enamoraste de mi.

De un joven mancebo que no tiene sueño, que anida el destierro de su esencia y raíz, como larvas blancas de un cadáver marchito; yo como de su ansiedad perdida, me alimento de lo que no existe y recorro la inútil vanagloria de ser un individuo excepcional.

Miles de maestro resaltan mis luces desiertas; pero nadie recurre a la verdad de mi desvelo, y es que no tengo yo; no soy yo, no soy nada del ego, solo una maquina bien engrasada, pulida y refrescada en su entereza eterna de poder decidir mas o menos, lo que anhela el despierto; la mente se libera y nada mas que lo ya impreso, queda tranquilo en la vida que se aturde de ques.

Los ques ignorantes, las preguntas capciosas, la necesidad de ser uno más; de brillar como tú brillas, en tu cielo ingrávido, cosido por las fallas de los demás.

Cuando estabas solo, caminando lejos de todo el barullo universal, dime amigo mío; ¿no te sentías mas libre?

Aunque eso ya da lo mismo, sigo pensando en tu cara, en tu risa y tu gracia, en tu ademán de aburrido de la vida y de ver tanta cabeza angustiada y somnolienta; pero no pudiste ver lo que tu alma si pudo, porque estabas rodeado de chicles mentales; pequeños burgueses que viven felices y nada tienen la culpa de eso.

Me alegro y me siento feliz por ti, por tu lucha y tu placer eterno; por los errores y las costras del inmundo eterno demonio que anida en tu oreja izquierda, mis materias celestiales están próximas, me acompañan y dominan la idolatría del si mismo.

Con mi pene extraño, y mi boca roja yo escupo sangre, sangre pura y atroz; belleza de ancestro y sostén de alimaña rastrera.

Ángel sagrado de pecho adorado, coraza intensa de oro puro, mas oro en el cielo elevado y los torpes enajenados con la violencia, que se quedan allí debajo, mirando como estupidos sin barreras.

Me elevo ante todo, me aconsejo en mi santo señal; soy lo que no pude ser y además no lo soy.

Cuantos dioses, cuentos y mitologías han recorrido mis vidas; miles, millares, millones, tus consuelos ahora se expanden y entiendo claramente lo que habrías de decirme si hubieras tenido el tiempo de hacerlo.

Estamos condenados a una insulsa espera; sentados frente al chaman de poca monta, frente al ingenuo mago farsante, frente a dios mismo en carne y propiedad.

La eternidad se disfraza de conquista ingrata y las luces del flamante invitado de piedra, es lo que acomoda lo insistente, lo incongruente, lo necesario y lo superfluo.

Definitivamente quedamos pocos, muchos más por venir vendrán; pero ahora estamos escasos de alumbre y sal, aunque los que ya están aquí se escondan, se pudran en sus trabajos austeros, en sus vanas oraciones, en su lejanía del ritual sin nombre y desgastados, retuerzan el pellejo de Dionisio.

Sangre en el cielo.

Los cristos han decaído, no aceptan su reinado atroz; destruyen las vísceras de los pastores y aconsejan su desmembramiento selectivo, la luna es muda testigo de este tremendo exilio forzado de amor agridulce.

Los quemados en la pira musulmana regurgitan sus huesos de la fe, carcomen las cadenas de las hembras pérfidas, las bacantes sagradas del tal profeta escrutiñador, por las elecciones internacionales; osama esta muerto dicen algunos, como el papa en su hermosura satánica, que arrulla a los leones que se tragan a los cristianos verdaderos. El fuego infernal y las místicas metrallas de la guerra santa, resuenan por todo el mundo unificado; terror paranoide, sangre en el cielo, los sistemas decaen como el higo maduro en la colmena del gusano blanco.

Las mujeres malditas, destruyen la razón y el amor en los extraterrestres del sexo masculino.

Gritos de pasión consagrada al dinero, sus vasijas de acero fundido se han quebrado en la inmensa belleza de un meteorito apocalíptico.

Satán es solo un nombre, no tiene mayor importancia en este universo alado de franquicias de la estructura inerte de lo nacional; golpe a quemarropa y miedo a la angustia, dolores de un parto intransigente.

La nueva época dorada, ha sido defenestrada en sus garras desnudas, su juego de poder y el impulso mesiánico de moda; mentiras de una amistad cruel, el vacío de un eterno idiota desvelado. La torpeza de una niña ignorante que destruye sus sueños, con el miedo de lo inconsecuente.

La materia prima de los desiertos emocionales, le arrebata la decencia, le asustan las fraternidades secretas y se rinde al culto del maestro Belcebú; sus groseras recetas, son cocimiento de lo mas horrendo en su entrega a la falsa iglesia.

Masticando en la hermosura de un caído ensangrentado, el cielo se detiene en su cuenta atrás, la bomba atómica en espera; sistemas electrónicos de vigilancia, tensión en el ambiente, miedo en derredor.

El dragón rojo de la muerte, se olvida de mis pasos, lo alejo con un frasco de aliento anciano; destronando la razón perversa de un nuevo presidente intruso.

Materiales de la guerra santa, una y otra vez; la franca idiotez del que no quiere ver, no quiere pensar por si mismo; necesita un maestro dominante y un analgésico para su locura formal.

Ave cesar, vade retro Satanás; los corderos de la entraña terrenal, se asemejan a un postre de la abuela, hurgando en la inconciencia ajena.

Es cierto...

Que la música influyen en un estado de conciencia, que la mente se acelera y desencuentros eclesiástico suceden; es cierto que el papa se modera, porque si dijera lo que siente, este mundo en guerra se acelera.

La mitad de lo que ocurre, es medido, censado y controlado por los malvados vestidos de púrpura.

La intención sagrada a sido descuartizada y vendida en libras; la panadería local es la meta de un si matrimonial.

Despiertan las ranchas de las montañas, renace el cuerpo del leproso de la fe; disgregan los amigos del amor y el holocausto esta por venir.

Pero encerrados en esta casa, nosotros estaremos a salvo; no abriremos las ventanas, cerraremos los postigos y el agua almacenamos como al oro puro.

La comida escaseara y la literatura se convertirá en nuestras armas del consuelo, sin aparatos mecánicos y eléctricos, todo el mundo del poder desfallece.

Los místicos de las montañas descienden, se encienden con las palabras atroces de los débiles; los que ya nunca más se encontraran, sus huesos rastreados por los detectives de la cúpula secreta; los mismos que los han hecho desaparecer.

El pensamiento errabundo contiene la clave suprema; la materia de lo mental construye los castillos de la emoción y el sentimiento; nuestra realidad moldeamos con las frecuencias en las que vibran nuestros pensamientos, y esto es cierto.

Olvídate del juicio; no te atrapes en la cárcel del que sabe que no es cierto.

Todo esto un día desaparecerá, y nuestras almas libres podrán jugar con los niños de blanco.

Las montañas son el caldo de cultivo del siniestro personaje; aquel que es el único de librarnos de todo mal, sus concentraciones de la fuerza síquica, nos darán la potencia de lograr nuestro destino, dominar con nuestra energía vital.

Y seremos por siempre inmortales, es que esto es muy cierto y yo mismo lo voy a lograr.

Mister Jonson

Saca de entre sus dedos los palillos del juego; fuma demasiado, quema sus yemas con tristezas del olvido. Su familia lo ha vencido, alejado y destronado; un hombre inmenso que ha caído.

Su nombre no tiene ninguna importancia, su ensayo radical se acumula en las piras funerarias, de una biblioteca añeja.

La ropa con la que se viste, esta fuera de lugar; sus dedos no dejan de sudar.

El come de la calle, de los miedos y el bus pasar; su moneda celeste, brilla en la creación de un mundo nuevo ya perdido antes de empezar a ser.

La modestia aparte lo interpreta, como un nuevo ídolo social; mister ene ene es el dueño del lugar.

Sus amigos le aconsejan el vicio dejar, los secretarios de la cruz roja, solo quieren defecar; su dinero enterrar en la parte de atrás.

Cuando el mar llega hasta sus pies, el señor se horroriza de todo lo que a hecho; sueña que nunca es tarde para volver a empezar, y amaestra a un nuevo amante en su caneca de la vida.

Se sienta en la silla de madera, mirando el atardecer; fuma como condenado a muerte y promete al mundo entero, que va a cambiar.

Pero nada cambia en la vida de don mister; sin nombre, sin sueños, cansado del calor humano; ahogado en las cobijas de la caridad; su misterio permanece inalterado.

La carne se le pega en los huesos, la rabia le sale de la boca; el odia y escupe al cielo, siente que ha sido engañado por su mente voraz.

Los demás tienen la culpa, los demás son los odiosos traidores; sus entrañas se revuelven, cada vez que nuevamente el desea fumar.

La mística lo atolondra y le da una salida venerable; pero sus manos que aun están manchadas, lo aconsejan mal.

Su paseo matinal es sincero, el camina como un nuevo gesto, un nuevo nacimiento mas; su tierra lejana lo recuerda y le apabulla el triste andar, de los otros que lo miran como a un bicho raro.

Siente que nadie nunca lo va a entender, no como el quiere que lo entiendan; sus métodos son crueles, su saliva se adormece y el deseo le ataca una vez mas.

¿Como poder dejar de ser lo que uno es?

¿Como transformar la alquimia de un nuevo amanecer?

La potencia de sus ojos, se despierta una vez mas, se siente incontrolable, fuerte e infinito; sus dioses lo acompañan y el esta listo y dispuesto a matar, o morir en el intento de ser.

Convertirse en un ciudadano modelo, un testigo atroz del progreso infernal, de las ruedas que no cesan de girar; con su cuerpo de alimentos sintéticos, la luna lo despojara de la tontería suprema que lo anima a olvidarse, de que esta vivo.

Arriba

No es ser obsesivo pero tengo que parar, tengo que parar, tengo que parar, tengo que parar, tengoqueparar tengoqueparar tengoqueparartengoqueparartengoqueparartengoquepararte....

L´evidencia intolerable...

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