el panico de la comarca y otros cuentos...


Lira neura y bellanira del sol maldito.

Eran dos hermanas gemelas del corrido acierto, apretadas en sus chaquetas ochenteras, la crema rebosante de sus espaldas, modeladas como un sueño.

Con su boca la más gorda, descubría el placer de un nuevo aliado; la otra derretía sus cabellos, con la suma de los notarios mas acaudalados del pueblo de hermopolis.

Neura mía, tan hermosa, tan divina; eres como el cielo abierto en primavera, los misterios se revelan ante tu extraño trasero de madera y tachuelas de aluminio; la otra sonreía en su envidia.

Los hombres del camino, la esperaban con desechos de las cenas familiares, preparadas por sus clásicas mujeres.

Los perros las odiaban por ser feas; miles de moscas recorrían las calles del barrio, cuando ellas pasaban.

Bellanira se había hecho famosa en toda la comarca, por tragarse cinco salchichones alemanes, bajo el sol de un ilustre día domingo, frente a todos los pequeños del poblado. Los niños habían vomitado sangre y lágrimas por más de doce horas seguidas.

Desde ese momento, ella se hizo dueña y señora del alcalde y sus esbirros funcionarios, que odiaban también a los niños; los niños que no lloraron, fueron sacrificados al otro día en una fiesta de toros negros.

Corneados, pisoteados y mas tarde, descuartizados por sus propias madres, que también los tuvieron que odiar, por un decreto legislativo inamovible.

Lira neura estaba enamorada de si misma, soñaba día por medio con su clon; se veía junto a si misma, vestidas de novias se tocaban, se abrazaban y se casaban, escapando finalmente en una gran moto unicornio color azul; pero en la realidad despierta, ella disimulaba y se contentaba con sonrojar a los obreros y labriegos de las montañas que rodeaban la comarca.

El destino de estas dos hermanas, era un camino de miel y mostaza; su padre amargo, se escapo con una ciclista de la gran cuidad. Cuando la ciclista pasaba, en la trayectoria de una gran maratón, el padre aprovecho para montársele en la espalda a esta hembra de fuerza indescriptible; y desaparecer sin dejar rastro cuesta abajo, declinando las exigencias de su madre enferma y la esposa, encadenada a un poste de cien metros por toda la eternidad.

Las niñas que aun era pequeñas; no entendieron bien todo aquello, pero desde entonces gestaron un odio insulso hacia su padre y todo lo masculino; escupiendo en las iglesias sobre las espaldas de las monjas, mientras rezaban el padre nuestro, llenas de rabia visceral.

Un día encandilado, los muchachos presentes en la plaza central, vieron a lira neura llegar vestida de manera muy provocativa; se unieron todos de las manos y empezaron a bailar, una ronda erótica en donde cada uno de ellos, iban quitándose las camisas de seda italiana que bellanira les había regalado, cada fin de mes sin falta.

Aquellas camisas, eran como un uniforme obligado que su amigo alcalde, imponía como una moda perenne, so pena de tortura y muerte en la rueda.

La gorda inmensa de la panadería, la misma que hace tanto tiempo quería volverse militar pero no podía, se alienaba en sus millones de pancitos y galletas; afuera, el calor subía al ritmo de la ronda estrepitosa.

La gorda, no soportaba la belleza ajena y aplastaba moscas con sus manos grasientas, sobre la masa de pan extendida en la mesa; luego convertía la masa en galletas de pasas, las que tenían un gran éxito de ventas en la plaza.

Los muchachos extasiados con lira neura caminando en minifalda, se tragaban esas galletas con deseo y ansia intoxicada; desmedidos los taxistas bestiales, masticaban chicles picantes, directamente importados de México lindo, mientras gritaban todo tipo de groseros piropos y escapaban a toda velocidad.

Bellanira se había hecho millonaria con este gran negocio que invento, el chicle picante; luego de ver un comercial con Luis miguel en la playa.

Bellanira llevaba varios días alimentándose únicamente de jalapeños verdes, culminado en un fin de semana de obsesión exagerada.

La noche del día domingo fue un suplicio ingrato para ella; cuando tuvo que ir al baño y su trasero, empezó a arder como el fuego del mismísimo infierno ácido; entonces, ella vio desde su trono de porcelana verde, rendida en su agonía; en la televisión al galán mexicano, cantarle al oído a una perra en celo, sobre las arenas de Cancún y explotando en frenesí, moviendo descontrolado sus labios, llenos de dientes blancos como la porcelana china.

La madre de las niñas; se hallaban encadenada al poste del telégrafo en desuso, desde que nació; ella solo hablaba portugués y sus orejas, tenían pelo de conejo de angora.

Nadie sabia quien la tuvo o como llego a estar allí.

Era como un ciudadano ilustre, que cada vez que un transeúnte pasaba cerca de ella; ella le exigía lamerle su ano y su ombligo, siendo varios los que accedían a su antojo.

Las monjas mutiladas de la caridad, le habían esposado y le pusieron un bozal de cuero rojo en su boca, desde hace algunos años. Asqueadas con los espectáculos dantesco que ofrecía aquella loca, a vistas de todo el pueblo y sin discriminar, el genero, el sexo o edad de su presa.

Las niñas apenas la veían; de vez en cuando le llevaban botes de pintura blanca, mezclada con ácido de batería, uno de los ingredientes clave del chicle de bellanira; brebaje el cual ella se negaba a degustar.

Sus hijas se alejaban llorando entonces, derramando el líquido en los jardines aledaños a su paso; destruyendo todas las esperanzas de las familias, que las miraban desilusionadas al pasar.

Un día, la madre de las niñas desapareció; ya no estaba allí, su poste yacía extendido en el suelo y ni rastros de la mujer.

Bellanira salio a buscarla por las montañas y lira neura en las calles de la pequeña urbe; revolvieron todo el día y no encontraron nada, los miles de muchachos con camisas de seda, no podían hacer mas que mirarlas y seguirlas, como unos completos inútiles; pero ellas no se dejaban vencer por la angustia y decidieron, proseguir la búsqueda en la noche, con palos y antorchas encendidas.

Buscaron por varios días seguidos; perdieron peso y sus ojos comenzaron a enrojecerse, sus cuerpo se hallaban exhaustos y el alcalde, temió lo peor; anorexia aguda con desencadenamiento de muerte cerebral de las hermanas.

Entonces el burdo alcalde, intento decretar una ley que prohibiera la búsqueda de personas extraviadas, desatando un arrebato de ira en lira neura especialmente.

Ella amenazo con destapar su baúl de los secretos y enviar misivas peligrosas, a todos los otros alcaldes del planeta si era necesario; el hombre imbecilizado por sus furiosas curvas y su deseo de ser dominado por esta inmensa fémina, desistió en una prorroga de cinco meses la dichosa ley.

Bellanira incauto las camisas de seda y amenazo con hacerlos vestirse con camisas de fuerza, a todos los habitantes si no ayudaban en la búsqueda de su madre; la gente se inquieto y varios niños lloraron, los restantes niños que no lloraron fueron sacrificados con machetes mellados.

Mientras los altares de piedra, nuevamente emitía en sonido de la carnicería infantil; apareció un ángel negro sobre el cielo de la iglesia en ruinas.

Los machos esclavos, soltaron sus machetes y algunos niños escaparon por las faldas de las montañas; el ángel se acerco a uno de ellos y levanto la voz.

Una voz de trueno marchito, como un papel que se rasga al filo de la impaciencia; expreso tamañas frases incongruentes y sublimes, escarbo en el cementerio y con los huesos de los muertos más frescos; golpeaba en las cabezas de los machos esclavos.

Los machos entraron en pánico y buscaban enloquecidos, a la hermosísima bellanira; pero ella no estaba por ningún lado.

El ángel escupía fuego ahora y rompía los cráneos con las tibias y los fémures ensangrentados de los recientes cadáveres.

La gorda de la panadería, reía a pierna suelta y se llenaba la boca de manteca cruda de cerdo; escupía pedacitos de pasta por toda la habitación, mientras los bellos mancebos caían desfallecidos sobre el pavimento, con sus camisas de seda untadas de costras pegajosas.

La gorda pateaba el suelo y saltaba, haciendo retumbar la panadería entera y golpeando las ventanas con sus nudillos hasta romperlas en pedazos.

Se atragantaba de placer y su cuerpo sudaba como un caballo de carga.

De pronto; su corazón no resistió más la emoción y exploto como un globo de pólvora, derramando la savia dorada por la boca tapiada de comida.

Su cuerpo deambulo hacia la plaza, tomándose el pecho con sus manos de elefante, su nariz rebosaba de liquido blanco y sus orejas retumbaban como un tambor de hojalata.

El ángel vio a la gorda y el la tomo en sus grandes brazos negros, gruesos como troncos de la selva indómita.

La levanto como una pluma y sin dejar de hablar en lenguas demasiado elevadas para entenderlas; la dejo caer sobre la casa del alcalde y sus esbirros, saltaron por los aires despedazados.

El alcalde se levanto desde los escombros, ensangrentado y aturdido, sus manos se elevaron en forma de suplica y se puso a rezarle al ángel; pero el ángel se acerco raudo y voraz, quebrándole la mandíbula con un hueso de cadera.

Le atrapo y le abrió la boca destruida, arrancándole los dientes con sus dedos de tenazas, uno a uno, mientras los machos escapaban aterrorizados hacia los ríos, las montañas y las vías.

El ángel le saco los ojos y se los guardo envueltos en un manto escarlata y desapareció del lugar; se elevo lentamente, calmado, saciado, inspirado en la estrella más brillante de la noche.

Abajo el polvo se asentaba en toda la plaza, rellena de cadáveres viejos y frescos.

Cuando las hermanas llegaron al pueblo, encontraron la horrenda masacre ante sus ojos, que no podía creer lo que veían.

Comenzaron a caminar de rodillas, arrastrándose por los rescoldos del caos de piedra y sangre, la gorda yacía desgajada y con su sonrisa tonta en la cara, amoratada e irreconocible.

Ellas se arrastraron llorando y escupiendo al cielo, llenando su pelo y su rostro de saliva y euforia.

La madre no aparecía por ningún lado.

Un perro blanco se paseaba olfateándolo todo, cuando llego a donde las hermanas; se acerco a lira neura y le dijo al oído, algo que la congelo.

Las dos hermanas se levantaron y salieron corriendo al río; en medio de la corriente intensa, su madre flotaba sin moverse del sitio en que estaba, no importando cuan fuerte o rápido la corriente se deslizaba hacia abajo; su cuerpo se negaba a moverse y flotaba como en una levitación suspendida.

Sus ojos estaban cerrados, su boca también; desnuda y pálida se debatía entre lo eterno y lo increíble.

Las hermanitas saltaron al agua pero la corriente era demasiado fuerte; entonces bellanira, levanto su falda y saco una serpiente verde de su sexo. Aquella serpiente empezó a crecer y crecer, logrando cortar momentáneamente la corriente de agua, la que empezó a acumularse en el sitio, desbordando las orillas.

Lira neura nado hacia su madre ingrávida y la sacudió con todas sus fuerzas, la madre no despertaba.

Bellanira que estaba concentrada en apretarle los ojos a la gran serpiente, le pedía que se apurara, pero lira neura empezó a enojarse cada vez más y a gritar desaforada, escupiendo la cara de la madre.

El cuerpo de la madre era duro como el hielo compacto, su sonrisa sutil, despertaba sospechas e inquietaba a su hija neurotizada al extremo.

Pronto empezó a gritar y sus venas se fueron hinchando, la sangre ardía en su corazón y las venas palpitaban como una locomotora recién cargada de carbón y parafina.

De su nariz empezó a sangra un río fresco color carmesí; la otra hermana tenia los dedos morados de tanto apretar los ojos de la serpiente apoteósica y así fue como de repente; la madre abrió sus ojos.

Las miro con amor y dulcemente se levanto, comenzó a caminar sobre las aguas y agarro las manos de sus dos hijas; quedando la serpiente libre y furiosa, destruyendo con una gran inundación, la comarca y su pueblo.

Solo se salvaron los niños del pueblo; los restos del cadáver de la gorda que nunca fue militar, les sirvieron de alimento por varios días, mientras las aguas cedían terreno y secaba la tierra.

Las hijas fueron ascendidas al cielo y llegaron a un castillo de cristal, sobre la atmósfera terrestre; allí el ángel negro esperaba a la madre de las niñas, que se dispusieron en cuatro patas, adorándolo a el y a su madre.

Henchidas de miedo, las hermanas rezaban y tragaban saliva; el ángel negro las fue poseyendo con decisión, como un toro en celo.

Ellas fueron embarazadas de un ave y un gusano, cada una de ellas; cuando pasaron cinco días, sus crías nacieron y el ave trago al gusano.

Las hermanas fueron inmediatamente momificadas vivas por su madre y el ángel negro; quedando solo sus ojos libres de vendas, bien abiertos y expectantes, testigos de un control más allá de la locura.

El ave salía por la ventana del templo de cristal y partió hacia el pueblo.

Cuando el ave llego; los niños ya habían levantado tiendas y se organizaban para vivir en paz, alimentándose de la gorda en estado putrefacto.

El ave llego hasta la plaza y su carne se hizo de piedra, como una estatua honorable que recién inaugurada; hacia reír a los infantes iluminados por su milagrosa presencia.

Las hermanitas veían todo desde el cielo y sus ojos abiertos, se fueron secando por los siglos de los siglos, hasta quedar como dos conchas nacaradas, secas y vaciadas de toda presencia vital.

La madre pudo hablar en portugués para siempre, mientras que el ángel negro, enterraba su fálo inmenso en su boca murmurante.

Los niños del pueblo, crecían libres y eternamente felices.

Heliocondria la inmaculada sorda.

Ella estaba sentada en la mesa de comer, la noche cayendo con todo su peso estelar; su madre cocinaba el postre en una olla de cobre.

La policía tocaba a la puerta insistentemente, pero aquella familia no estaba interesada en abrir; poco después de media hora, la puerta salto en pedazos hecha añicos.

Heliocondria jugaba con sus muñecas, hundía sus manitas en la sopa verde; desnudaba sus muñecas, y ella les trenzaba el pelo en la comida.

La policía entro excitada con un sobre azul, lo pusieron frente a la madre y se alejaron de ella ceremonialmente.

El sobre tenia un peso extraño, la mujer lo abrió con inquietud carismática, dejando que el postre se quemara en la cocina. Cuando ella abrió el sello, un olor a azufre se deslizo hacia afuera.

A sobre abierto, las bombillas eléctricas de la casa explotaron una a una, dejando a heliocondria sin luz, jugando a oscuras en la mesa con sus muñecas.

La niña torció los cuellos de sus muñecas, y estas comenzaron a brillar, como un hato de luciérnagas heridas.

Su madre saco una carta humedecida, que empezaba a oler a azufre cada vez más fuerte; desdoblo sus formas y empezó a leer; leía aquellos signos jeroglíficos y su cuerpo se inyectaba de una angustia vital, con su rostro tensionado.

Cada minuto que pasaba, era un charco de agua fría en sus mejillas; un golpe en su cabeza y su lengua se hinchaba sin control.

La madre finalmente dejo de leer y cayo al suelo, desfallecida por el aroma intenso, comenzó a llorar sin control; pero ella no gritaba, murmuraba, simplemente sollozaba y se mecía como un astronauta autista.

La carta empezó a quemarse entre sus dedos, despidiendo un vaho dorado que encendía todas las cortinas, los muebles y el papel mural de las paredes.

Cuando este fuego ceremonial se alzo en su esplendor, deslumbrada la atmósfera de la pequeña casa, heliocondria empezó a cantar su canción de cuna favorita;

“dime tu, dime tu; ¿quien me quiere mas que tu?

Soy azul, soy azul; tu me ahogas con tu luz

Quieres ver, quieres ver; como muerdo el pie del rey

Soy así, soy así; por tu vida de avestruz”

Los ratones y las cucarachas, comenzaron a escapar mirando atrás; gritando de rabia.

La energía rebosante de la voz de aquella niña, despertaba los deseos del morbo en los vecinos; ellos se acercaba al patio de la casa, y se asomaban por las ventanas empañadas; excitados con la imagen de la madre ahogada en el suelo, sus manos quemadas con un fuego químico, la niña sentada en medio de la hoguera, jugando y cantándole a sus muñecas desvestidas.

Heliocondria no tenia ojos, era sorda de nacimiento; su vestido era blanco inmaculado y ni el fuego ni la humareda, podían ensuciar su cuerpo y su ropa; pero sus muñecas si empezaron a derretirse y arder en sus manos llenas de comida.

La niña sentía como estos juguetes se dormían como la lava encendida, chorreando por entre sus dedos; los cabellos chamuscados y las sonrisas desdibujadas le afectaron el genio.

Ella no sentía el calor, comenzó a llorar por sus muñecas por mientras se arrancaba la piel de sus brazos, para sacarse el plástico quemado que se le adhería en la piel.

Sin embargo, no expresaba dolor o decadencia en su cuerpo.

Cuando quedo allí sentada, sola en medio de la casa completamente incinerada; solo ella, su vestido blanco e inmaculado y la silla de oro en la que estaba sentada, quedaron en pie, sobre toda esa ceniza.

El cadáver de su madre, que era nada más que huesos humeantes; la miraba desde el suelo en donde quedo acostada. Todo el barrio impregnado de una hediondez extrema, la miraba enmudecido y extasiado.

La gente no se atrevía a tocarla o hablarle y esta niña, se mantenía allí sentada, con sus manos levantadas y sus dedos pelados a hueso vivo; no le corría sangre y como dije, su vestido blanco, excelente e inmaculado.

Ella estaba bien peinada y no exhibía ninguna señal de quemaduras o suciedad; solo sus manos descueradas, con los huesos de los dedos al aire.

La niñita se levanto tranquilamente, luego de inspirar un poco de la brisa estival de medianoche; varias horas pasaron durante el incendio, pero justamente a las doce en punto; el último atisbo de la catástrofe se calmo y fenecía el suceso ocurrido, dejándola a ella sola, frente a los miles de curiosos que se concentraban allí.

La niña camino hacia la espesura del bosque, y se fue perdiendo en la frondosidad de las tinieblas vegetales; y así nunca mas se supo de ella.

Cuando su cuerpo se fundía en la maraña oscura, un pájaro nocturno canto tres veces de una forma horripilante y los vecinos más cercanos al bosque, cayeron paralizado por el terror, convertidos para siempre, en rocas duras de una sal brillante.

Micro dog show

La puerta abierta se expandía en horizontes de inquieta libertad; micro dog se alegraba viendo pasar los autos de la carretera cercana, y les ladraba desde el más profundo hogar, aquel que jamás había tenido.

Patricio cuerdas, era un amo ejemplar; le permitía dormir con el, comer con el e inclusive, nadar con el en su piscina color turquesa.

Cuando el perro llego a la puerta de su casa; no era más que un saco de huesos, lleno de mugre y pulgas, tiñoso y adolorido.

Patricio se apiado del perro y lo adopto inmediatamente; su mujer no estaba de acuerdo y el tuvo que separarse estratégicamente, al poco tiempo de esa arpía modelada en el jet set.

Y el perro era el único en la cuadra, que sabia del secreto de patricio y su mujer; porque el la había matado y descuartizándola, la fue dosificando en el alimento que el y su perro adorado compartían.

Patricio desde que vio aquellos ojos de perro dulce, supo que no podría nunca mas distanciarse de aquel animal.

En la quietud de su casa, noche tras noche, se desnudaba y acariciaba al perro con todo su cuerpo; le hablaba de todo y confiaba en micro dog plenamente.

Poco a poco, patricio empezó a desarrollar pulgas y garrapatas también, de las cuales se sentía orgulloso y ofrendada con cariño, a su eterno amigo fiel; ambos se las sacaban y masticaba con las uñas, las garras y los dientes.

Eran muy felices, hasta que llego ese día.

Esa mañana, micro dog se levanto antes de lo acostumbrado; patricio al despertar, se extraño de que su amigo no estuviera acostado a su lado; bajo intrigado, llamándole a viva voz.

Pero el perro no respondía por ningún lado; patricio primero se alarmo y se puso muy nervioso, pero luego su razonamiento humano lo tranquilizo; puede que el perro este encerrado en el baño o la cochera.

Bajaba envuelto la escalera, con su bata de satín rojo y se rascaba algunas pulgas de la oreja, recordando amablemente la noche anterior; esa noche fue especial, porque su perro que acostumbrada a olerle el trasero siempre, antes de dormirse, aquella noche le había dejado al hombre olerle su trasero animal; cosa que nunca estuvo dispuesto a hacer su perro, puesto que el era muy cuidadoso con su anito de color marrón.

Pero como les digo, el perrito querendón le había dejado, no solo olerlo sino que también lamerle un poco su trasero. Patricio, sintió un nuevo esquema de amor apasionado, renacer en su corazón.

Fue como un sueño hecho realidad, una fantasía erótica y exacerbada, por la negativa de su perro, a dejarse oler o tocar el culo.

Cada vez que el hombre lo había intentado, el perro empezaba a gruñirle y se ponía realmente odioso y agresivo; lo que daba un vuelco en su corazón enamorado, aceptando a regañadientes, la negativa de su mascota.

Patricio abrió todas las puertas de la casa, pero en ningún lugar se hallaba el perro; solo la puerta de la entrada, permanecía abierta de par en par.

Tal vez micro dog había atacado como de costumbre al cartero, y se había perdido por allí en la calle; pero eso era muy raro, porque micro dog nunca quería salir a la calle.

Patricio desayuno bastante inquieto y su mente no lo dejaba en paz; se levanto de la mesa y se puso en la entrada, mirando al horizonte.

Fue cuando vio algo en medio de la carretera; era el cuerpo de un perro en medio del asfalto, patricio se sintió abatido y en un llanto amargo, comenzó a correr hacia la carretera.

Dando alaridos, su bata roja había volado por los aires y su miembro ahora colgaba en su sonido pendular, entre las piernas.

A medida que se acercaba a la vía interestatal, su corazón vaciado se agitaba y en su arrebato de locura y dolor; no vio el camión avanzando a una vertiginosa velocidad, su cuerpo fue aplastado entre las ruedas del camión, y el asfalto mojado en sangre fresca.

Un sonido seco y el frenazo inútil, retumbaron como un rayo sin aviso; su cabeza reventada, totalmente molida como una gelatina de frambuesa.

Los huesos triturados, las caderas desbrozadas y la piel que se alargaba, como un elástico morado; órganos y plasma, chorreaban la carretera.

El conductor sorprendido, se bajo del camión y fue a ver lo que paso; no pudo evitar el vomito caliente, que expulsaba el café y los huevos fritos, de aquella mañana ingrata.

Lloro como un niño castigado y luego se fue a sentar en el andén, cuando un perrito cariñoso se le acerco por el costado izquierdo; le lamía las manos y la cara.

Ese perro era micro dog, que no había muerto realmente; el conductor del camión se sentía consolado por un ángel del cielo, lo abrazo y lo beso, le rascaba las orejas y pronto comenzó a sonreír nuevamente.

Micro dog, algo confundido; seguía dando besos y moviendo su colita, juntos se subieron al camión y se alejaron de aquel lugar.

Artista en la cuerda floja

La mano del artista flirteaba con el aire oscuro de la gran ciudad, envuelta en grandes tinieblas de terciopelo.

La noche pesada en su atrevido aroma a cuerpos húmedos; la piel sudada de millones de asistentes, todos con sus ojos sobre aquel cuerpo latente, sobre una cuerda floja a cientos de metros de altura.

Las colinas pobladas de cansados edificios, callejuelas sucias y el humo denso de las chimeneas de carbón; derrotaban todo tipo de frescura o suavidad ambiental.

La ciudad perdida en el corazón profundo de un infierno industrial; silencioso aquella noche, a lo lejos las llamaradas de los fuegos hogareños, se confunden con las tierras baldías que exudaban un vaho pantanoso, alrededor de la ciudad.

Una pequeña ciudadela concentrada en un par de kilómetros cuadrados; llena de cansados y elocuentes, ciega, sorda y muda en el alma.

Miles de animales ponzoñosos, recorrían las cloacas y alcantarillas; ratas e insectos, acompañaban las huellas de sus habitantes, los que ya harto y acostumbrados a las pulgas, ladillas y demás incomodidades de lo hediondo y sobre poblado, ni siquiera las miraban.

Todos ellos se miraban entre si, por mientras que el artista empezaba a desligarse del tejado de la industria de ácido sulfúrico, para recorrer en la cuerda floja recién tensada; desde allí hasta el otro extremo, asegurado de la cruz de hierro, de la iglesia olvidada al otro lado de la cuadra, a varios pisos de altura.

Su cuerpo alargado y enflaquecido, unas piernas y brazos parecidos a alfileres glotones le ajustaban el tronco y la cabeza en su sitio; vestido de cuero negro y apretado, su cabeza fina y sus cabellos lacios que caían sobre su extinguida mirada gris.

El primer paso fue un silencio irracional, y el público se atragantaba en su anestesia social, porque en el fondo no les importaba si cayera y avanzara; la curiosa sensación de la vista los sedujo como a un gato adormecido.

La fina cuerda de tela de araña trenzada, era como un fino brillo de una luna llena; sus temblores dulces, acostados sobre el aire enfermo, calcinante de una noche demasiado caliente.

El aire que se respiraba, era una mezcla ácida de las fumarolas industriales, con el carbón encendido de las casa en ruinas; edificios sucios, ennegrecidos del hollín y agotados en sus cimientos de acero oxidado.

Y el sonido de las maquinas, como locomotoras de un siglo pasado acompañando la espesura de la noche.

Un silbido retumbando en la cabeza del artista, acrobático en su emoción, siempre saltando de lo eterno a lo superfluo; siempre cansado en su andar maldito, enrarecido, envilecido por las masas de humanos deformes que acompañándolo desde abajo; lo excitaban en la morbidez de sus lenguas chorreantes, de baba espesa y toxica.

Sus piernas finísimas, vibraban como una cuerda de violín mal afinada; las caderas contorneándose en un baile indefinido, se acechaban como la tentación del vacío; alimentando una vez mas, la cruda sensación de abandono que siempre lo acompaña en sus caminos del misterio.

Sus manos frías, rígidas, sudorosas, se sostenían como una línea fija horizontal, determinada por la fuerza de sus pasos lentos pero seguros.

Recorrió uno, dos pasos, tres, cuatro y hasta nueve pasos; la gente indiferente, seguía viéndolo desde el suelo con su boca abierta, babeando y desnudando las futuras intenciones de la fuerza de gravedad; como un diablo enardecido, alimentándose del ansia de su próxima presa.

El artista defendía bien su eje central, su equilibrio perfecto lo animaba en su silencio, lo impulsaba a cometer la locura inteligente del desafío a lo imposible; siempre dispuesto a entregar su vida en cuestión de segundos, a la nada inmensa, lo que no tiene sentido.

Súbitamente, una brisa ardiente le atacaba directamente al rostro; un vendaval de aire contaminado, obligándolo a doblar sus rodillas, a encorvar la espalda y con sus brazos comenzó a ceder.

El movimiento triste de un payaso que no logra hacer reír, lo invadió mortalmente y su cabeza se meció como un árbol frente al huracán; la gente abrió aun mas sus bocas, dejando chorrear la saliva verde y amarillenta que flotaba como el humo de un incienso hacia el suelo.

Un ligero murmurar, ciertos gemidos del tembloroso e inquieto corazón podrido de aquella ciudadela oscura; inundada de una abulia malicia, de un vibrante tono bajo y sus matices metálicos del aceite quemado en maquinarias envejecidas.

El artista, que en sus labios apretados dejaba salir un tenue espacio de aire y suspiraba, en la mínima expresión de un sentimiento indiferente a todo sentimiento; se concentraba una vez mas y alcanzaba el equilibrio extremo, avanzando a toda costa por la cuerda floja.

La gente al verlo, se animo a respirar nuevamente; algunos desilusionados de un trágico final, fueron abandonando la escena, escapando a su envilecida existencia cotidiana.

Cuando el cuerpo delgado llegaba al centro de la cuerda, el brillo de aquella fibra orgánica; reverberaba como el agua de una copa de cristal en medio de una sinfonía de trompetas y tambores de guerra.

El misterios pueblo de ultratumba, hambriento a medianoche; trastabillaba de ansiedad y expectativa, su laboratorio de la mecánica ensordecedora e industrial; se inquietaba ante la fuerza de un solo cuerpo vivo, tambaleante y sostenido en la cuerda fina.

Sin embargo; más de la mitad de los presentes, ya se había ido.

El artista sostenido en su ecuación de las fuerzas naturales, vagaba como una sombra en lo alto de sus cabezas.

Cuando traspaso el límite de la mitad exacta; algunos más de los curiosos, se alejaron destruidos por la sensación vaciada de un corazón molesto y decepcionado.

Ya el artista iba llegando al otro extremo de la cuerda; cuando un nuevo vuelco del espacio y sus cortinas de humo pesado lo ataco.

Por un momento, la nube rancia que como una mano siniestra lo envolvió, le hico imposible a la multitud verlo; solo veían la cuerda que vibraba como un toro herido en la corrida y a punto de morir.

La gente se inquieto y algunos tuvieron un espasmo en sus brazos, piernas y espalda;

“va a caer”

Fue como un mensaje fantasmagórico y sutil, una simple frase abandonada que hizo a todos los presentes; buscar con la mirada desinteresada, al que había dicho eso.

Pero nada ocurrió; la nube de humo, lenta como un río embalsamado, cedió en la noche y dejo ver al artista apoltronado en los brazos de la cruz de hierro; reía como un cuervo hambriento, y sus dientes brillaban en la hermosura de la noche conquistada.

Su mirada extendida hacia el cielo, no miraba a los presentes; levantaba los brazos y reía al infinito, con su pelo lacio que jugaba con el viento amargo del lugar.

La gente no volvió a decir nada; poco a poco fueron desalojando la avenida, diluyéndose en la pasta de cemento y acero que tenían por ciudad; una ciudad maldita en su indiferencia.

El artista arriba, histérico y enloquecido en su alegre sonrisa aguda, entremezclada con la tristeza mas profunda; reía como un desatado y sus brazos alzados, se agitaban peligrosamente sobre el abismo.

Su carcajada horrenda, que ahora se transformaba en un aullido escalofriante y que desapareció entre los ecos de las maquinas, los vapores y las funestas frecuencias de un pueblo, amante de su esclavitud sadomasoquista.

Conclave vaticanum de higiene dental.

Extremismo radical, no lo lea.

Estoy vendiendo seda dental, las mujeres que veo en la calle se acercan a mi maleta reluciente.

Tengo los dedos llenos de esperanzas y cada vez que entrego una demostración, soy feliz.

Mi vida que transcurre en su materia esencial, esta llena de simplicidad.

Todo en su sitio, la luz del camino me espera y yo acuerdo mis relaciones como si fueran trajes mojados, dentro del armario.

Salgo del closet, la idea es sinuosa y entregada a la tortura social, pero soy normal, tan normal.

Todas las mañanas compro el café y el pan en la tienda oficial, salgo a caminar y me empiezo a aburrir temprano.

Cuando le hablo a la gente acerca de mi afición a la seda, siento un rechazo inocente y penoso y me aburre aun más la vida.

Pero mi sonrisa lo puede todo, salgo vestido de negro y charol, con mi maleta en la mano izquierda y el peine en la derecha.

El marco de un cuadro empotrado en la puerta de salida, suenan las trompetas de Haroldo.

Camino en descenso y vértigo encresta las bolas de mis pantalones.

Hoy venderé la seda y la gente estará mas limpia en el mundo, planeta entero que avanzaría hacia nuevas fronteras de la higiene personal.

La conciencia de que están sucios, de que sangran y huelen mal; la conciencia de que se están pudriendo.

Lamento el último párrafo, esta exacerbada heliocéntrica e irrelevante idea de lo nauseabundo, no concuerda lógicamente ni con mis pantalones ni con mi trabajo.

Porque la seda dental es hermosa, suave, sutil, me recuerda la novia buena que nos decía todos nuestros defectos, de una forma maternal y comprensiva.

Cuando la seda estuvo en mis manos, yo sentí placer, placer indescriptible.

Me atormentaba la idea de nunca haberla sentido antes; ¿que habría sido de mi vida entonces?

De haber vivido esa experiencia antes;

¿Seria mas libre?

¿Más perfecto?

Probablemente mi amor tendría mayor valía en este mundo de suntuosa inferioridad, los feos y los sucios son los remanentes, las sobras.

Pero la seda es una cosa milagrosa, porque refresca y sostiene la utopía de un mundo en mi boca, la voz limpia y clara que expresa su voluntad.

Esta noche, solo en mi casa y en la luz marital de una cocina integral; yo seré nuevamente un icono.

Me enfrentare al espejo una vez mas y en la seda mi vida enervada estará; por un momento estaré purgando y segregando la sangre y el remanente o detritus infernal que atenta, contra las encías y las raíces de mis adorados dientes.

Los dientes nos separan de los ancianos también, de los niños y los enfermos, mis dientes son la imagen ultrasónica de mi alma alborada y justa que soy.

La radio sonando y su voz de ordinaria importancia despierta la relación de mi sonrisa y un taxista anónimo, el personaje se llama Fabio A. prieto.

Mis ojos no ven nada más, localizado en la ruta y el proceso de elevación de conciencia y apostolado hacia mis clientes, es mi única y verdadera obsesión total.

En realidad no me interesa nada mas por ahora, ni lo que me cuenta Fabio de su vida y su trabajo, ni de lo que pase afuera del taxi o la mañana o la noche.

Me obsesiono día tras día con la mirada gloriosa de un cliente satisfecho y cuando me dan su sonrisa, aunque este hedionda y amarillenta, reacciono con la indecorosa discreción del tímido y aquel extraño vértigo espinal.

Creo que la seda me encontró a mí, me llevo en este mundo perdido hacia un nuevo espacio vital con nuevas manías y extraños placeres; el placer de estar limpio es ciertamente lo máximo y todos deberían estar de acuerdo en eso, es materia existencial y una obligación divina; pero el mundo no es correcto y la gente no lo entiende bien.

“To be Clean”...

“hot not to do”

Viernes 15 de noviembre de 1982.

Un hombre armado con un extraño gas neurotoxico que portaba

En su maleta y dos pistolas de calibre 38 y 45 totalmente cargadas

Arraso con la panadería de la esquina de la calle 4° con...

Luego se acerco al paradero de la calle y arremetió contra un bus

Secuestrando el vehículo y causando una masacre colectiva, luego

Se bajo en la esquina del local “clean sweep” de anteojos y dental

E ingreso a fuego y mansalva hasta llegar a la oficina del director

Amarado con seda dental y ahogado en pasta dentrifica, luego de

Todo esto, el maniaco se trago un frasco entero de narcóticos para

Dormir y se acostó sonriente en el mesón de atención.

La policía indica que aun no a despertado del profundo coma y que

La condición no amerita ninguna esperanza de que fuera a despertar

Condenado el criminal a una vida entera en estado vegetal, pero lo

Que mas le inquieta a los expertos, es esa enigmática sonrisa insistente

Y marcada en el rostro del interno.

Mientras suena la música de miles Davis[s1] en el i-pod del conserje de

La institución médica siquiátrica, doctor Pérez cagada del santo.

El mismo que le cambia los pañales al susodicho maniaco durmiente.

Apodo dado al criminal por personal de administración y servicios

Públicos, red carcelaria mental de la nación, RECAMEDEN.

Dulces sueños.

El instante.

Llevo mirando cien años a la esquina derecha de mi cuarto, creo que el cuello me partirá la columna cuando lo mueva.

Hace años que estoy seco, primero la sudorosa frente me mantenía un poco humectado, luego la saliva pero no; todo eso acabo rápidamente.

Mi cuero seco se transformo en la momia andina por excelencia, porque estaba justamente viviendo en los altos andes bolivianos cuando decidí ver la esquina de mi cuarto.

Aquel día memorable yo estaba agrietado en una diarrea y una desazón de flojera; tropecé con la mesa del cuarto en mi cansancio tempranero y me caí al suelo, rompiendo la mesa de cristal y el perro de porcelana.

Me levante y mareado me fui a acostar, mi afición preferida.

Me tumbe en la cama y me puse a pensar en la vida y el sol que entraba por la ventana, el dolor de cabeza iba en aumento y mis parpados se adormecían bastante hinchados.

Me sentía mal, quise llorar y no pude; me quede dormido y no se cuantas horas fue eso, pero me desperté y nunca mas volví a mirar hacia otro lado.

Mi familia se fue después de años, nadie me podía soltar de la cama porque mis manos quedaron agarrotadas contra la madera del marco.

Una vez un señor dijo que la única manera de soltarme de allí, era cortándome los brazos y que luego en un hospital de estados unidos, me los volvían a pegar.

Mi familia decidió abandonarme.

La casa la vendieron a una gente rara, ellos me llevaron con cama y todo al sótano.

No pregunten como ni porque, pero les juro que amanecí nuevamente en el mismísimo cuarto.

Luego de eso ellos se asustaron y me dejaron encerrado en el cuarto, le pusieron candados y trabas, cerraron las ventanas tapiándolas con ladrillos y se llevaron los bombillos y todo lo demás.

Quede en mi tumba personal como un faraón contemporáneo.

Y así pasaron muchísimos años, mi cuerpo ingrávido en su meditación crispada, suspendido en su vacío de una respiración que no deja nunca de suceder.

Recuerdo que inspire una vez y bien largo, una ininterrumpida y profunda inspiración larga como el día de verano y ya...

El aire nunca mas salio y ese vaho latente ese aire, es lo que me alienta y refrigera como en la noche de un limbo eterno.

La esquina derecha y sus grietas, el vértice derruido y profundizado en su tiniebla con polvo y buen recaudo de materia y humedad, presencie en aquel vacío temporal como viajan las motas del polvo y juegan con su vida imperceptible.

Cualquier día de esos, un gran golpe lejano retumbo los cimientos de mi ermita improvisada; el polvo y los escombros decaídos se soltaron cayendo al suelo, como una cortina de natron y terciopelo.

Varios golpes y mi corazón se acelero.

Muchos mas golpes y la luz henchida en su calor penetrante me ataco, mis ojos secos se afinaron un poco.

Unos hombres vestidos de aluminio y plástico liviano blanco, me llevaron con todo y cama a un laboratorio.

Demasiada luz y todo era como un carrusel, entonces decidí volver al cuarto pero no ocurrió.

Uno de los hombres dijo que el espécimen estaba tratando de interferir con el rayo de posicionamiento astral y era necesario tomar medidas.

Me conectaron a un tubo frío de agua sulfatada y carbonato, directo a mis fosas nasales.

Mi alma atormentada no reaccionaba bien, el vacío existencial de la esquina ya no estaba y la tortura empezaba a ser demasiado agotadora.

Temblando en locura extrema, mis pulmones se hincharon y el dolor de las venas fue insoportable; sentía como si me estuvieran inflando y los huesos chillaran con la ruina de las costras óseas.

La carne seca se mojaba con una lluvia fina de agua y dextrosa, siendo estas nebulizaciones periódicas cada 3 minutos.

De pronto... mi boca exhalo y me levante con la agonía mas desconcertante, mi alma entera se partía en dos y el dolor tremendo no es comparable al estado mental de extrema y desbordada intensidad.

Si la muerte duele, morí mil veces en un solo momento y renací despierto ante un lenguaje extraño y una raza semejante a la mía, pero ellos eran mas altos y un poco mas serenos que nosotros.

¿Donde estaba?

En cirkum me respondieron los antropos, “somos neutrales pero debemos realizar nuestras ordenes”

Eso me inquieto bastante.

¿Que ordenes?

Investigar exhaustivamente al sujeto y reaccionan cordialmente pero en forma enérgica en caso de una posible reanimación.

Así que los daños no eran suficientes como para legalmente nombrarme “inservible”

Nuevamente me inquieto eso.

¿Inservible para que?

Para las materias de servicios terrestres y demás investigaciones genéticas e históricas.

¿Nontiendo bien que es eso que me dicen?

Te trasladaremos a un local acondicionado para materias de investigación y labores fisiológicas menores, primeramente a prueba y luego en el programa mayor.

La reconstrucción del pasado genético ha sido nuestra mayor preocupación luego de la hecatombe ancestral.

¿Hecatombe ancestral?

Un principio natural de la decadencia de genero y raza, los procesos deteriorados políticos y naturales son los que dieron la resolución final, el plan maestro de la matemática errática que guió el asteroide y las bombas biológicas que destruyeron la humanidad como anteriormente se le conocía.

Hoy en día, era una mutación elevada de anterior cepa genética terrestre y extraterrestre cósmica.

La humanidad no habría logrado el salto evolutivo de supervivencia sin ellos, los tóxicos y las malformaciones era monstruosas e inaceptables, solo con la intervención genética de ultra tecnología el rastro genético se recuperaba en parte.

¿O sea que somos materia reanimada por ustedes que son que?

Somos existencia fónica, esto es algo tan simple como es de complejo; nuestras personalidades son conjuntos algebraicos de vibración o sonido traducido.

Cuando la vibración atómica se exacerbo en el planeta, nuestras materias que realmente son magnéticas, fuerzas electromagnéticas, verdaderos campos sostenidos de energía circo radial.

Nuestra reverberancia, se incremento y la carne de los terrestres se intoxico al desdoblarse en otras dimensiones liquidas, sólidas y etéreas de los vahos y los gases de las nubes de muerte y radiación de las guerras.

Y en el dolor habitan presencias, presencias que ustedes despertaron literalmente.

La tensión de la existencia inmaterial encarnada en su punto critico de masa atómica, cuando se precipita la densidad, la materia ocurre.

Somos nosotros las presencias que se encarnaron en carbono e hidrogeno, nuestra síntesis es cercana al genoma humano, pero nosotros estamos a base de hidrógenos gaseosos las pocas esencias químicas puras del planeta.

La fuerza de la vida que impulsa la sucesión de estados de la creación constante, cambiamos en parte carne y sangre por sentidos, y al mismo tiempo entidad y presencia por carne y materia destinada a morir.

Y aun no sabemos bien si ganamos o perdimos con todo este pivote agresivo del planeta tierra.

Y ustedes lo causaron.

Sentía realmente una imbecilidad tremenda al no poder, asimilar la idea tan cliché del fin del mundo.

¿Realmente ocurrió?

Si.

Misterios ensordecedores, ¿y ahora que?

Avanzar en la reorganización de material genético.

Me llevaron a un salón brillante como todo lo de su civilización, me dejaron desnudo en una camilla y me dijeron que alguien vendría.

Llego una hembra con sus pechos magníficos y su trasero de diosa en todo y absoluta cadencia de seducción, y ella estaba desnuda.

Me abrazo y me olía entero, sus manos tocando mi piel, mi carne vibrante en deseo nuevamente activado.

Paso la prueba de la erección.

Luego ella chupo mi sexo y sentía como el mundo nuevamente se retorcía en mi apática memoria, siguió y siguió en su labor tan gratificante.

Esta listo ahora.

La hembra paro en seco y se levanto, descubriendo en sus caderas bien abiertas la exquisita morada de placeres carnosos y sonrosados de sus labios vaginales.

Ahora.

La penetre en fuerza y alma como una canción italiana, una tarantela frenética e insistente, la penetre como un viejo sonsonete y porfiada determinación, rítmicamente.

Listos para inseminación.

3...2...1...

Aahhhh......

Lo logramos, ahora sedantes.

La mujer hermosa y sonriente, de inmediato me apretó con sus manitas de dorada belleza y sus dedos se volvieron garras plateadas, finas inyectadoras que enterradas en mis venas me inocularon un liquido de hielo azul.

Mis parpados se cayeron bajo el mutismo absoluto, oscuridad de habitación pétrea y subterránea.

Cuando abrí los ojos nuevamente era la mañana de siempre, me levante malhumorado y entrando en la cocina me acorde del sueño al patearme el dedo meñique del pie con la puta mesa, que extraño.

No había nadie en casa y la mesita de cristal estaba allí, intacta aun con su perro marrón y el trafico agitado de una ciudad excesiva.

¿Era el pasado o el futuro?, no lo recordaba.

¿O el presente era eterno?



[s1]the complete "in a silent way" sessions.

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