Karma Yoga...
Nuestras vidas se han vaciado en máscaras de personalidad rígida, así la mayoría de nuestras acciones, son mecánicas y preestablecidas desde una idea fija que se repite, sin mayor poder real concreto de ejercicio por voluntad viva y latente; “ahí” solo es la inercia de lo que se espera e influye en nosotros, como el molde de un personaje configurado desde un mundo, y esto es lo que actúa como el poder del hábito en una costumbre, y así es como hemos ganado economía mental y seguridad social, perdiendo frescura, riqueza e inocencia...
Nosotros hablamos respecto a lo que debiera ser o no ser, pero lo cierto es que cuando nos enfrentamos a la posibilidad real de acción coordinada a nuestras decisiones más certeras e importantes; estas fuerzas nos desnudan y enfrentan sobre el asombro que debe ser contenido luego, en el manejo emocional de la expectativa resuelta por sobre el contraste del llamado dicho al hecho; esta operación “oblicua”, radica en la dinámica de un control mental y existencial por sobre la manifestación tangible de nuestra consciencia y creencias, bajo el mismo acto de la consecuencia de lo que decimos y reflexionamos en lo que se hace y en lo que se piensa, de acuerdo o no, a un querer hacer algo por “las verdaderas razones” del acto...
Nosotros por lo general queremos algo, buscamos resultados, pero al lograrlo, obtenerlo o realizarlo, vemos que es ya otra cosa bien diferente, y en tal paradoja, del dicho al hecho como diferencia; solo nos queda vaciar la mente de ese apego y actuar con serenidad versátil, frente a la transitoriedad de la coherencia para no perder la armonía presente; así es como logramos vivir la espontaneidad perfecta, pero muchas veces sorprendiéndonos por la frialdad cruda y salvaje con la que estábamos ya acostumbrados a realizar, las cosas comunes y al vivir todo lo que pretendíamos que eran nuestras raíces de acción y las pasiones “mas fuertes”, nuestras cosas que decimos son, “mas importantes”; olvidándonos completamente en ello de la simpleza y fragilidad de lo realmente vivo y consistente bajo el hábito de un destino, de lo adaptable y la presencia de un presente...
Tantas veces creemos que alcanzamos grandes hitos, descuidando la realidad inmediata que es desplazada en lo futuro imaginado como la promesa de un paraíso inteligente, viviendo dislocados de la eternidad completa en nuestras maquinaciones sociales, hasta que nos despertamos con nuestra propia euforia o espanto y asombro, de lo inmediato aquí y lo tangible en el acto, en la realidad del hecho por sobre el ensueño del dicho, hasta que te vuelves animal y recuerdas los fundamentos de esta especie llamada, humana experiencia; entonces, el peligro y la maravilla a su vez sostenible de lo realizable, es que cualquier cosa, y digo, cualquier cosa; puede volverse un hábito y una costumbre absolutamente repetitiva, obsesiva y persistente; ahí es donde esta el amor y horror que se enredan y desenvuelven mutuamente, el bien y el mal supuesto en la inteligencia, la dualidad y contradicción vital, tanto como el complemento y la resolución total de todo lo que es presente en lo existente, y estas son también; las llamadas cadenas de acción en la mente...
Por todo esto, hay que volverse siempre a la observación contemplativa en el contraste, incluso en la acción y emoción más rígida y agitada, más desbocada o intensa, así como en la cosa más agresiva y tremenda; así como en los estados de dulzura y quietud, de abulia, modorra y complacencia en los sentidos, desligándonos de toda predicción y expectativa futura en ellos, porque en realidad; el fundamento de un vivir social, es lograr reconocer nuestras fuerzas indómitas y hacerlas concordar con las decisiones planteadas como necesidad propuesta, pero también; lo es como el lograr sabiduría del origen puro de nuestras decisiones y necesidades, y es lograr descubrir la verdad más cruda de nuestras ansias y el “por que” real, de nuestros sueños, deseos y expectativas, en las que nos desplazamos siempre a un “mas allá” del presente...
Tal vez estamos lejos de la satisfacción completa, de la suprema perfección y tal vez; la realización integral, no es algo que se obtenga como la cosa y su espíritu en dialéctica, y no porque no pudiéramos o dejáramos de querer “ser dioses”, o raza alcanzada aquí en la tierra, porque ya sabemos que en la pretensión de toda civilización que se establece, lo hace con la administración centralizada de la vida y la muerte, con la dinámica y técnica de la matanza y la siembra, de la guerra y la alianza; si no, por la capacidad de ser nuevamente animales de acción limpia y lograda en la naturaleza, por saber comprender la unión de todo lo técnico y lo telúrico en nosotros, de lo natural y lo naturalizado en nuestros pueblos de razas, porque de esta forma; el cielo y la tierra dejarían de ser la contradicción eterna y conflictiva en la imagen de los cruentos opuestos...
Sabemos que el infierno parte de la apreciación lógica de lo irracional, con lo ineludiblemente difícil de abordar, frente y dentro del signo en todo acto ético y civilizador, moral y cultural de un orden propuesto, y es lo interno del símbolo que presencia esta batalla aquí afuera en la palabra y el acto de la justicia, entre la materia y lo invisible; esa es la forma en que nos presentamos y sufrimos con la anunciación mental de la dualidad compleja entre el quiero y puedo, del dicho al hecho y sus llamadas consecuencias concretas, entonces la salvación; no es mas que un relato inerte o un testimonio activo de la posibilidad neutral del ser un eje y la “manivela” que sustenta nuestra realidad en el mundo, como un poder del cambio en nosotros, sin perder la valentía de asumir la potencia de una voluntad como el punto real de encuentro y no el medio mecánico, de las propuestas y las presencias...
"Nagas"
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