El despertar del Dragon Blanco -

(Usted deberá escuchar para leer esto: G. Puccini - Gianni Schicchi: "O mio Babbino Caro")


Apoyada en el este, viene a nacer la coronilla de rayos divina, en contemplación fresca y silenciosa, de un vacío de intervención y emociones, que ya no controlan ni incomodan la vía...

Sol naciente en visiones, de ensueño al sueño que hemos caído, una y otra vez, logrando el giro de la palanca en la rueda y la serpiente submarina, al despertar nuevamente, por la danza incólume de sus pieles, entrañas y otras mañanas...

Siendo el dragón blanco emplumado, listo siempre para ejercer belleza de la noble vida, logramos plenitud justa de lo que implica e identifica en la noche ciega y secreta, de todos los nombres y los sentidos, de todo lo que nos mira y expone, con gracia justa y limpieza de su energía; entonces nuevamente entonces, silencio y sabiduría...

En el principio no era el logos, se equivoca el perverso rabino, porque fue un profundo silencio oscuro y divino, la puerta abierta al canto primordial y a la mimesis de las razas y las naciones, que organizadas en torno a la naturaleza de sus movimientos e impresiones, salieron de lo que realmente dio a luz palabra y luego aliento en los corazones...

Saber ser, como el material fundido de la espada en crisol del bosque, al tornar riendas libre de lo que le hizo dar cuenta a la bestia agnóstica, de su extraña y gloriosa cercanía; la enredadera y la flor de lis, súper vivir como el vaivén del principio mismo en el conocer sus elementos, para dirigirse luego limpio y dado en las danzas espontaneas y en todas las canciones...

Los misterios no era de asombro otrora, ni la semilla y las ramas del árbol, eran desconocidas o desarraigadas de sus propios méritos, destinos y acciones...
 

"Zero, Naga Zero"

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